Arxius
S. II dC: Flavi Arrià escriu a l’emperador Adrià sobre l’illa d’Aquil·les, al Pontos Euxí. // Any 2022: L’armada russa ocupa l’illa, d’Ucraïna.

Tetis: [a Peleu]
D'allí, traient de l'ona el peu eixut, veuràs
el nostre fill Aquil·les, que tan car ens és,
a les estances insulars on té el sojorn,
a la Costa Blanca, part de dins del Pont Euxí.
Eurípides. Andròmaca.
Traducció de Carles Riba
Arrià m’escriu:
Conforme a les ordres rebudes, he finalitzat la circumnavegació del Pontos Euxí. […]
Hem costejat la Còlquida, sabent com t’interessen els relats dels poetes antics, he preguntat als habitants d’allà pels encantaments de Medea i per les proeses de Jasó. Però semblen ignorar aquestes històries…
A la riba septentrional d’aquest mar inhospitalari, hem tocat una petita illa molt gran en la llegenda: l’illa d’Aquil·les. Ja saps que Tetis, segons diuen, va fer educar el seu fill en aquest illot perdut entre les boires; sortia del fons del mar i venia cada vespre a conversar a la platja amb el seu fill. L’illa, avui deshabitada, només alimenta les cabres. Hi ha un temple d’Aquil·les. Les gavines, els gavians, els grans migradors, tots els ocells de la mar la freqüenten, i el batec de les seves ales impregnades d’humitat marina refresca contínuament l’atri del santuari. Però l’illa d’Aquil·les, tal com s’escau, és també l’illa de Patrocle, i els innombrables ex-vots que decoren les parets del temple estan dedicats tan aviat a Aquil·les com al seu amic, car ja se sap que els qui estimen Aquil·les també estimen i veneren la memòria de Patrocle. El mateix Aquil·les s’apareix en somnis als navegants que visiten aquells paratges i els protegeix i els adverteix dels perills de la mar, com en d’altres indrets fan els Dioscurs. I l’ombra de Patrocle apareix al costat d’Aquil·les.
T’assabento d’aquestes coses perquè crec que valen la pena de saber-se, i perquè els qui me les han contades les han experimentades personalment o les han conegudes a través de testimonis dignes de fe… Aquil·les de vegades em sembla el més gran dels homes pel coratge, per la fortitud, pels coneixements de l’esperit units a l’agilitat del cos, i per l’ardent amor al seu jove company. I res no em sembla, en ell, més gran que el desesper que el va fer menysprear la vida i desitjar la mort quan hagué perdut el benamat.
Deixo caure sobre els meus genolls el voluminós informe del governador de la Petita Armènia, del cap de l’esquadra. Arrià, com sempre, ha treballat molt bé. […]
.
Marguerite Yourcenar
Memòries d’Adrià
Trad. de Jaume Creus
THE TEMPLE OF ACHILLES ON THE ISLAND OF LEUKE IN THE BLACK SEA
ANNA S. RUSYAEVA
In 2003 it will be 180 years since N.D. Kritskii, captain-lieutenant of the Black Sea fleet, discovered de architectural remains of a temple of Achilles on the island of Leuke (present-day Zmeinÿi). …
[Text complet: Aquí]
The Guardian (27/02/2012):
«En las tiendas griegas», el manuscrit trobat de «La pesquisa», de Juan José Saer. Superestructura i infrastructura a la guerra de Troia
“… durant una o dues hores, el nostre heroi no tingué gaire consciència del que passava al voltant d’ell. […]
De sobte, el sergent cridà als homes:
—Que no veieu l’Emperador, carallots?
Tot d’una l’escorta cridà visca l’Emperador!, a plena veu. No cal que diguem que el nostre heroi obrí uns ulls com unes taronges, però no veié sinó generals que galopaven, seguits també per una escorta. Les llargues crineres voleiadisses que duien als cascs els dragons del seguici li impediren distingir les cares. «O sigui, que no he pogut veure l’Emperador en un camp de batalla, per culpa d’aquests maleïts gots d’aiguardent!» […]
La Cartoixa de Parma
Stendhal
Traducció de Pere Gimferrer
.[…]
–No me refiero a la veracidad de la historia, sino a la mía –dice Pichón–. Si no me creen, les mando los diarios.
Indeciso, Soldi escupe el carozo de la aceituna en la palma de su mano, y después lo deja en un cenicero. Tomatis advierte su vacilación.
–No le hagas caso –dice–. Es un lugar común de la crítica francesa. Pichón se echa a reír.
–No, de veras –dice–. Salió en todos los diarios. Y, además, pasó a la vuelta de mi casa.
–Argumento irrefutable –dice Soldi con desdén, recuperando su aplomo y entrando nuevamente en el tono de la discusión, que consiste en definitiva en formular, de manera irónica, objeciones o aprobaciones, sin estar nunca demasiado seguro de que han sido aceptadas o siquiera comprendidas por los otros–. Desgraciadamente, el autor de En las tiendas griegas ya se ha abocado a ese problema.
De manera un poco ostentosa y convencional, Pichón enarca las cejas y asume una expresión interrogativa, destinada a significar más o menos: por lo que me transmitieron de ese texto, no me parece haber entendido que tratara de esa cuestión.
–Los dos soldados –dice Soldi–. Los dos soldados de guardia en la tienda de Menelao.
Y ante el interés de Pichón y de Tomatis, que lo estimula y lo embriaga levemente, y que transparenta mucho –tal vez un poco demasiado– en sus expresiones, Soldi explica que del Soldado Viejo y el Soldado Joven –los dos personajes principales de la novela–, el Soldado Joven, que acaba de llegar de Esparta hace apenas unos días, es el que más sabe de la guerra. El Soldado Viejo, que está desde hace diez años en la llanura de Escamandro –la mayor parte de la novela transcurre la noche que precede la introducción del Caballo y por lo tanto la destrucción de la ciudad– no ha visto nunca un solo troyano, en todo caso de cerca, debido quizás a que forma parte del personal de Menelao, que se ocupa de los problemas de intendencia y de seguridad en retaguardia, y para él esa palabra, troyano, evoca únicamente unas figuras humanas diminutas, debatiéndose contra los griegos en un punto de la llanura, y después en otro, y más tarde en un tercero, y así sucesivamente. Cuando Menelao, al comienzo del sitio, encabezando una embajada, había entrado en la ciudad para ir a reclamar a Helena (a la que él nunca había visto), le había tocado quedarse de guardia en el campamento. Y si venía alguna embajada troyana a parlamentar, era siempre en la tienda de Agamenón que la recibían. Para él, Troya era una muralla gris que se elevaba a lo lejos y en la cual, de tanto en tanto, veía pasearse una silueta vagamente humana. En cuanto a las hazañas del héroe cuyo sueño estaban protegiendo en ese mismo momento, el Soldado Viejo no sabía casi nada, tal vez porque en todos los años que había estado a su servicio, su jefe apenas si le había dirigido dos o tres veces la palabra. El Soldado Joven, en cambio, estaba al tanto de todos los acontecimientos, hasta el más insignificante, que habían tenido lugar desde el comienzo del sitio. Y no únicamente él, sino toda Grecia, lo que equivalía a decir el universo entero. Todos los hechos relativos a la guerra les eran familiares hasta al más oscuro de los griegos. Incluso las criaturas que habían nacido cuatro o cinco años después del comienzo de las hostilidades, remedaban los hechos más salientes en sus juegos: todos querían ser Aquiles, Agamenón, Ulises, y únicamente contra su voluntad aceptaban el papel de Paris, de Héctor, de Antenor.
Hasta los que todavía gateaban querían ir a recoger el cadáver de Patroclo, lo mismo que los hombres hechos y derechos que, erguidos sobre sus miembros vigorosos, adoptaban en la plaza pública actitudes que creían imitar de Filoctetes o de Ayante, o los viejos que, ayudándose con un bastón, que solían revolear en la fiebre de sus relatos, andaban por los caminos repitiendo las hazañas que todo el mundo conocía de memoria y que sin embargo nadie se cansaba de escuchar. En las noches de invierno, cuando caía la nieve en las montañas solitarias, familias enteras, señores y criados, amos y esclavos, hombres y mujeres, adultos y criaturas, se apretujaban alrededor del fuego para escuchar, por milésima vez, los relatos. Si un viajero atravesaba algún lugar desierto, y se cruzaba con un algún desconocido, o con algún pastor que cuidaba su rebaño desde hacía meses en algún valle perdido, apenas habían intercambiado un saludo convencional, el tema de la guerra se instalaba en la conversación. De vuelta de una de esas temporadas, un pastor pretendió que una mañana sus cabras, inexplicablemente, se habían puesto a gemir desconsoladas, y que él se había enterado un poco más tarde por un viajero de que había sido el día de la muerte de Patroclo.
Al Soldado Viejo, todos esos nombres de héroes se le mezclaban en la cabeza, porque tenía muy poco contacto con ellos e ignoraba la mayor parte de las hazañas que al Soldado Joven le parecían tan gloriosas. Los pocos efectos palpables de la guerra para el Soldado Viejo, se resumían en dos o tres hechos concretos: un día, por ejemplo, después de una batalla de la que todo el mundo comentaba que había sido muy violenta, pero de la que él no había visto más que una nube de polvo en un punto lejano de la llanura, su jefe había vuelto ligeramente herido, y varias veces también había podido deducir del humor de Menelao, si el curso de los acontecimientos era favorable o adverso a los griegos. Una cosa parecía segura: había una guerra, porque alguno de sus viejos camaradas que habían sido seleccionados para la acción nunca volvieron al campamento, y porque a veces faltaban el pan y el aceite –nunca en la mesa de los jefes desde luego– y otras cosas similares, lo que era signo de tiempos difíciles. Si se hubiese topado con Ulises o Agamenón, el Soldado Viejo no los hubiese reconocido. Cuando los otros jefes venían a la tienda de Menelao, siempre lo hacían en grupo, y cuando venían solos, al Soldado Viejo le costaba igualmente distinguirlos. De todas maneras, a su edad –en realidad apenas si tenía cuarenta años– ya había aprendido desde hacía tiempo que al soldado raso le conviene ser ciego, sordo y mudo y tratar de pasar completamente desapercibido. Para el Soldado Joven era exactamente lo contrario: tampoco él había visto nunca a Helena, pero conocía todas las historias, anécdotas y leyendas que circulaban sobre ella. Sabía de ella probablemente más que su marido y que el amante troyano –el nombre de Paris al Soldado Viejo no le decía nada– que, infringiendo las leyes de la hospitalidad, la había seducido y secuestrado en ausencia de Menelao. Más aún: afirmaba que Helena era la mujer más hermosa del mundo, y la consideraba también como la más casta, porque un rey de Egipto que había dado alojamiento a la pareja durante un alto en su viaje hacia Troya, cuando descubrió el secuestro, expulsó a Paris y, gracias a manipulaciones mágicas, fabricó un simulacro de Helena tan semejante al original que Paris se la había llevado consigo a Troya creyendo que era la verdadera, la cual, según el Soldado Joven había oído decir, seguía todavía en Egipto, donde había envejecido considerablemente, esperando la vuelta de su marido. A lo cual el Soldado Viejo contestó (según Soldi memorablemente, y en la novela con mejores palabras que las que él estaba transmitiéndoles en forma sucinta) que, si todo eso era cierto, la causa de esa guerra era un simulacro, lo cual en cierto modo no cambiaba nada para él, porque teniendo en cuenta lo poco que sabía de ella, no únicamente su causa, sino también la guerra misma era un simulacro y que, si algún día volvía a Esparta y alguien le pedía que contase la guerra, se encontraría en una situación delicada, pero si le quedaba algún ocio en su vejez, lo dedicaría a informarse de todos esos acontecimientos tan conocidos en el mundo entero y que el Soldado Joven acababa de referirle.
Satisfecho de la larga explicación de Soldi, Tomatis deja de mirarlo y ausculta con cierta expectativa la cara de Pichón, para ver si las palabras de Soldi han producido el efecto que él desearía, a saber que Pichón esté tan interesado en la novela como en la personalidad del albacea literario –designado por la hija gracias a las maniobras del propio Tomatis– de Washington. Y como considera que de ese efecto depende también un poco su propia reputación, la sonrisa pensativa de Pichón lo tranquiliza. Él conoce bien, desde hace más de treinta y cinco años, esa sonrisa, en la que hay al mismo tiempo reconocimiento, simpatía y reflexión, y que anuncia siempre una réplica, precedida de un corto silencio. Y la réplica llega:
–El Soldado Viejo posee la verdad de la experiencia y el Soldado Joven la verdad de la ficción. Nunca son idénticas pero, aunque sean de orden diferente, a veces pueden no ser contradictorias –dice Pichón.
–Cierto –dice Soldi–. Pero la primera pretende ser más verdad que la segunda.
[…]
Juan José Saer
La pesquisa
En Marxismo y forma Frederic Jameson definía un “tropo histórico,, como aquella operación mental que “permite poner en contacto dos realidades distintas e inconmensurables, una en la superestructura y la otra en la base, una cultural y la otra socioeconómica”
En su inquietante novela La pesquisa, el escritor Argentino Juan José Saer nos ofrece un ejemplo esquemático y un tanto alegórico de esta “inconmensurabilidad” que vale la pena explorar un momento.
Con una prosa marcadamente existencialista que, sin embargo, empuja una trama de novela negra, Saer nos refiere la historia de un extraño y viejo manuscrito encontrado por los protagonistas de la novela. Estos, mientras intentan determinar su autoría, nos van desvelando diferentes pasajes de la historia que contiene dicho manuscrito: un Soldado Joven y un Soldado Viejo (griegos ambos) montan guardia en el campamento levantado ante las murallas de la ciudad de Troya justo la noche antes de que el mítico caballo de madera precipite su, también mítica, destrucción. Esa noche, mientras montan guardia frente a las tiendas de sus superiores, el Soldado Joven recién llegado de Esparta le explica al Soldado Viejo, quien lleva ya 10 años frente a las murallas, todos los detalles y vicisitudes de una guerra que él no ha vivido pero que, sin embargo, parece conocer mucho mejor que el Soldado Viejo (y no sólo el Soldado Joven, sino que toda Grecia conocen todos los hechos relativos al sitio y a la guerra de Troya). El Soldado Viejo escucha con atención: las hazañas de Aquiles, Agamenón, Ulises, Héctor… Toda Grecia vive atravesada por dichos relatos y hazañas que el Viejo desconoce.
Ocupado en problemas de intendencia y seguridad en la retaguardia para el Soldado Viejo la guerra apenas ha significado una nube de polvo que se levanta en la llanura cuando empiezan las batallas, y sus superiores apenas le han dirijo cuatro palabras en 10 años de sitio a la ciudad. Sorprendido por esas historias que le cuenta el Joven, el Viejo decide que cuando vuelva a su Esparta natal dedicará el poco tiempo que le quede de vida y de ocio a informarse sobre todos esos héroes y acontecimientos tan conocidos sobre los cuales (reales o falsos) él nada sabía…
En la magnífica novela de Saer se nos ofrece, pues, una representación esquemática entre, por un lado, la “superestructura” —el Soldado Joven que, más allá de su realidad inmediata, consume sin reservas las representaciones patricias de la historia, de héroes y gestas que se baten por el honor y la gloria de sus pueblos— y, por otro, la “infraestructura” —el Soldado Viejo cuya experiencia real y vivida se consume en una cotidianeidad de explotación y trabajo vacía de todo valor y sentido—.
Para nuestro propósito, en esta introducción, queremos hacer dialogar brevemente esta escena con la que abre lo que se ha venido a llamar la “gran novela épica del siglo XX”, La estética de la resistencia. En esta novela, el escritor y dramaturgo alemán Peter Weiss dotará de una interesante fluidez dialéctica estos dos órdenes de la realidad, “el Soldado Joven” y el “Soldado Viejo”, la “infraestructura” y la “superestructura”, que en Saer aparecen tan absolutamente contrapuestos.
En el texto de Weiss nos situamos en la Alemania de los años 30. Unos obreros comunistas dedican el poco tiempo que consiguen arañar al trabajo en la fábrica a ir al Museo de Berlín y estudiar el friso de Pérgamo donde se representa el triunfo de Zeus y de Atenea frente a sus enemigos los gigantes.
Lo que ven en el friso imperial estos obreros en medio de la Alemania nazi imperialista de los años 30 dista mucho de la mirada crédula y sin reservas del Joven Soldado frente a las representaciones de la guerra de Troya que veíamos en la novela de Saer; muy distinta es también la relación de “inconmensurabilidad” que se establece entre dichas representaciones y la experiencia inmediata de lucha cotidiana por la existencia que veíamos en el Viejo Soldado espartano.
Los obreros de La estética de la resistencia enseguida reconocen en los hijos de Gea que se enfrentan a los dioses del Olimpo un hilo rojo compartido. Y entre los fragmentos desprendidos de la piedra y sus huecos ven a los ausentes, los que han perecido en esta lucha. Lo que retuerce la piedra en gestos y muecas de dolor no es un simple “conflicto de intereses económicos”, el efecto mecánico de unas determinaciones económicas. En la escena, la lucha de clases aparece como una confrontación de sistemas éticos y estéticos (una economía moral) que comprende deseos, emociones y valores que estructuran también las razones de sus protagonistas, “una visión del mundo” que historiza el presente y politiza el pasado; abriendo las puertas a un futuro diferente.
Los titanes a punto de perecer en ese instante esculpido en la piedra de Pérgamo refractan, pues, la lucha actual contra el fascismo que emprenden los protagonistas de la novela de Peter Weiss. Una lucha irreconciliable con la barbarie fascista y capitalista (con su mundo) a punto de triunfar nuevamente sobre los hijos de la tierra, y ello moviliza valores, experiencias de lucha y solidaridad que constituyen el “punto de vista”, el punto de partida de la reflexión teórica y del conocimiento práctico de una clase, de los oprimidos en lucha.
Marc Casanovas
Una Rayuela revolucionaria para el siglo XXI
Prólogo a: El Marxismo olvidado, de Michael Löwy
Traducció de Pere Gimferrer
Les millors obres de la literatura universal, 8
Edicions 62 i la Caixa. Barcelona, 1981
ISBN: 842971782X
La pesquisa
Rayo verde editorial. Barcelona, 2012
ISBN: 9788415539001
El marxismo olvidado
Pròleg de Marc Casanovas
Editorial Fontamara. Barcelona, 1978
ISBN: 9788494833908
El pastitx del neo-homèric en «la Recerca» de Proust
.
.
.
Albert Bloch, segons David Richardson. Font: Resemblance: Portraits of Characters from Marcel Proust’s In Search of Lost Time
Bloch fill havia malparlat de mi a Saint-Loup i de Saint-Loup a mi. Concretament havia dit a Robert que jo era (encara) terriblement esnob. «Sí, sí, està encantat de conèixer el senyor Legrandin», va dir. Aquesta manera de subratllar una paraula era en Bloch el senyal a la vegada d’ironia i de literatura. Saint-Loup, que no havia sentit mai el nom de Legrandin, es va sorprendre: «Qui és aquest?». «Oh!, és gent com cal», va respondre Bloch rient i posant fredolicament les mans a les butxaques de la seva jaqueta, convençut que en aquell moment estava contemplant el pintoresc aspecte d’un extraordinari noble provincial al costat del qual els de Barbey d’Aurevilly no hi tenien res a fer. Es consolava per no saber descriure el senyor Legrandin donant-li diverses eles i assaborint aquest nom com un vi de gran reserva. Però aquests plaers subjectius romanien desconeguts per als altres. Si va malparlar de mi a Saint-Loup, va fer tres quarts del mateix amb Saint-Loup malparlant-me d’ell. Vam conèixer els detalls l’aquestes maldiences a partir de l’endemà, i no perquè ens les repetíssim l’un a l’altre, cosa que ens hauria fet sentir molt culpables, sinó que semblava tan natural i inevitable que Bloch, inquiet, i donant per segur que no faria més que dir una cosa que tard o d’hora acabaríem sabent, va preferir prendre la iniciativa i, portant Saint-Loup de banda, li va confessar que havia malparlat d’ell, a propòsit, perquè l’hi expliquessin, li va jurar «pel crònida Zeus, guardià dels juraments», que l’estimava, que donaria la seva vida per ell, i s’eixugà una llàgrima. El mateix dia, s’ho va fer venir bé per veure’m sol, em va fer la seva confessió, va declarar que havia actuat en el meu interès perquè creia que un cert tipus de relacions mundanes em resultaven nefastes i que jo «valia molt més que això». Després, agafant-me la mà amb un entendriment de borratxo, per bé que la seva embriaguesa fos purament nerviosa: «Creu-me», va dir, «i que la negra Ker em fulmini a l’instant i em faci traspassar les portes de l’Hades, odiós als homes, si ahir, pensant en tu, a Combray, en la meva tendresa infinita per tu, en algunes tardes a classe que tu ja ni recordes, no vaig plorar tota la nit. Sí, tota la nit, t’ho juro, i, ai!, ho sé, perquè conec les ànimes, no em creuràs». No me’l creia, efectivament, i davant d’aquelles paraules que s’acabava d’inventar —ho notava— i a mesura que parlava, el seu jurament «per Ker» no afegia cap gran pes, ja que el culte hel·lènic per Bloch era purament literari. Per altra banda, tan bon punt es començava a entendrir i volia que els altres també s’entendrissin per un fet fals, deia: «T’ho juro», més encara per la voluptat histèrica de mentir que en l’interès de creure que deia la veritat. […]
.
[…]
Totes aquestes diatribes confidencials de Bloch a Saint-Loup contra mi i a mi contra Saint-Loup van acabar amb una invitació a sopar. No estic del tot convençut que primer no intentés convidar Saint-Loup tot sol. La versemblança fa aquesta temptativa probable, però l’èxit no la va coronar, perquè va ser a mi i a Saint-Loup a qui Bloch va dir un dia: «Estimat mestre, i vostè, cavaller estimat d’Ares, de Saint-Loup-en-Bray, domador de cavalls, ja que us he trobat a la riba d’Amfitrita, ressonant d’escuma, prop de les tendes dels Menier, de naus veloces, volen tots dos venir a sopar, un dia entre setmana, a casa del meu il·lustre pare de cor irreprotxable?». Ens va adreçar aquesta invitació perquè desitjava relacionar-se més estretament amb Saint-Loup que l’ajudaria —així ho esperava— a penetrar en els ambients aristocràtics. Formulat per mi i per a mi, aquest desig hauria semblat a Bloch el senyal del més obscè dels esnobismes, ben conforme amb l’opinió que tenia de tota una faceta del meu caràcter que no li semblava, si més no fins aleshores, la principal; però el mateix desig experimentat per ell li semblava la prova d’una bella curiositat de la seva intel·ligència desitjosa de certs exilis socials en els quals potser podria trobar alguna utilitat literària. […]
[…]
[…] El senyor Bloch no era l’únic que tenia èxit a casa seva. El meu company encara en tenia més entre les seves germanes que no deixava de burxar en un to rondinaire, ficant el cap al plat; les feia petar de riure. D’altra banda, elles havien adoptat la llengua del seu germà, que parlaven normalment, com si fos l’única obligatòria i l’única que poguessin utilitzar les persones intel·ligents. A la nostra arribada, la més gran va dir a una de les petites: «Vés a avisar el nostre prudent pare i la nostra venerable mare». «Gosses», els va dir Bloch, «us presento el cavaller Saint-Loup, de javelines lleugeres, que ha vingut a passar alguns dies a Doncières, la de cases de pedra polida, fecunda en cavalls». Com que era tan vulgar com culte, sovint rematava el discurs amb alguna broma menys homèrica: «Vejam, tanqueu una mica més els vostres peples de bells fermalls, què són aquestes cursileries? Al cap i a la fi no és cap el meu pare!». I les senyoretes Bloch esclafien en una tempesta de riures. […]
[…]
[…] El senyor Bloch patia molt per les mentides del seu oncle i per tots els disgustos que li ocasionaven. «No en faci cas, és extremament bromista», va dir a mitja veu a Saint-Loup, que així encara estava més encuriosit perquè s’interessava en la psicologia dels mentiders. «Més mentider encara que l’itaquès Odisseu, que Atenea anomenava tanmateix el més mentider dels homes», va reblar el nostre company Bloch. «Ai! qui m’hauria dit», va exclamar el senyor Nissim Bernard, «que un dia soparia amb el fill del meu amic! Però si a París, a casa meva, tinc una fotografia del seu pare i una pila de cartes seves. Sempre em deia “estimat oncle”, no he sabut mai per què. Era un home encantador, enlluernador. Me’n recordo d’un sopar a casa meva a Niça, on hi havia Sardou, Labiche, Auger…». «Molière, Racine, Corneille», va continuar irònicament el senyor Bloch pare, del qual el fill va enllestir l’enumeració afegint «Plaute, Menandre, Kalidassa». El senyor Nissim Bernard, ofès, aturà bruscament el seu relat tot privant-se ascèticament d’un gran plaer i va quedar-se mut fins al final del sopar.
«Saint-Loup, el del casc de bronze», va dir Bloch, «prengui una mica més d’ànec de cuixes copioses de greix sobre les quals l’il·lustre sacrificador d’aus ha estès nombroses libacions de vi negre». […]
[…]
[…] «Agafaré un fulard», ens va dir Bloch, «perquè Zèfir i Bòreas es disputen qui s’endú el mar farcit de peixos, i per poc que ens allarguem després de l’espectacle, no tornarem fins a les primeres lluïssors d’Eos, de dits daurats. […]
.
Marcel Proust
A la recerca del temps perdut 2
A l’ombra de les noies en flor
Noms de país: el país
Traducció de Valèria Gaillard Francesch.
.
Bloch’s speech is a chance for Proust to pastiche Homer, or rather pastiche the pastiche of Homer; that is, pastiche those who, like Bloch, imitate Homer in their speech or writing, those such as the Leconte de Lisle of Poèmes antiques. The narrator himself, after all, calls Bloch’s speech not “Homeric” but “neo-Homeric” (“néo-homerique”). (RTP, II, 540) If this seems very “meta”, removed from the original by several degrees of imitation, it is. We are in the presence of a pastiche of a pastiche. (One could even imagine that rather than to Homer’s actual text, “Homeric” refers to certain early imitations of Homer’s style, and if “neo Homeric” refers to reimagining of those imitations, then Proust’s pastiche of those reimaginings of the earlier imitations of Homer would be a pastiche of a pastiche of a pastiche). […] now as one moves toward the imitation of imitations and to a rarefied level of literature where the original seems to recede, perhaps even disappear –is Homer the “original” or is it Leconte de Lisle? Or perhaps someone whom Proust heard speaking in this way while imitating Leconte de Lisle or Homer?—one also moves toward the postmodern, toward the notion of simulacrum as defined by Jean Baudrillard: the imitation of which there is no original. Indeed, with postmodernity, the original either no longer exists or is entirely drowned out by a deluge of copies: only the simulacrum remains, which, in this case, is the “neo-Homeric” that has relegated the original Homer to a far-off, even unreachable, land.
Bloch’s speech recalls another copy of a copy, though one not precisely in the realm of pastiche as it is not a style being imitated. Early on in the Recherche, the narrator recount’s Marcel’s grandmother’s penchant for giving gifts that are already artistic mediations several degrees removed from the original, such that instead of a photograph of the Chartres Cathedral or of Mount Vesuvius, she prefers giving a painting depicting that cathedral or volcano, or even better, giving an engraving of a painting of that object, especially if the original is no longer available (due to damage, for example). (RTP, I, 39-40) The result is that having only a reproduction of a drawing of Venice (by Titian), Marcel has difficulty in forming a clear idea of what the real Venice would look like. While Marcel’s grandmother is hardly an apostle of postmodernism –it is not so much a matter of copying the works as adding to them additional organic or geological “layers” of art—there’s in the text nonetheless a sensitivity to how increased aesthetizations and mediations lead to a dynamic of the receding original, whether that original is Venice, or Homer, which has been replaced by Bloch’s néo-Homérique.
James F. Austin
Proust, Pastiche, and the Postmodern or Why Style Matters
.
.
Marcel Proust
A la recerca del temps perdut 2
A l’ombra de les noies en flor
Traducció de Valèria Gaillard Francesch
Edicions 62 (labutxaca), Barcelona, 2013
ISBN: 9788499306810
.
.
.
Proust, Pastiche, and the Postmodern, or Why Style Matters
University Press Copublishing Division / Bucknell University Press, 2013
ISBN: 9781611484106
.
.
.
«I sense càntic i síl·labes sonores, què serien els herois?». La poesia de Manuel de Cabanyes
.
.
.
Oriol Pi de Cabanyes ens ofereix, en una recent edició, una antologia dels poemes essencials de Manuel de Cabanyes, traduïts al català.
.
Una traducció —diu Pi de Cabanyes en el prefaci de la seva publicació— és, sempre, una interpretació. Aquesta, la meva d’ara, va començar el dia que algú em va fer veure que calia facilitar una major comprensió dels poemes originals de Manuel de Cabanyes. Són versos, segons com, difícils d’entendre al lector no habituat a l’estil i al llenguatge de dos segles enrere. No només per l’hermetisme amb què el mateix poeta procurava despistar la censura civil i eclesiàstica del seu temps, sinó també per l’artificiositat de l’estil, la sintaxi i l’abundància de referents cultes propis d’una època en què els models literaris eren els clàssics grecs i llatins.
.
.
Carles Riba, en les seves reflexions sobre l’Humanisme a Catalunya es referia a Cabanyes en aquests termes:
.
“El mateix any (1883) que es publicava l’Oda d’Aribau, morí, molt jove encara, Manuel de Cabanyes. Simbòlica coincidència! Era l’únic poeta de valor que Catalunya havia donat a la llengua castellana des de Boscà (1495 – 1542). Deixà uns pocs poemes de sintaxi incorrecta, però d’una rara tensió espiritual, nodrits d’Horaci, d’Alfieri, de Foscolo. Als seus ulls l’antiguitat apareixia com havent realitzat un ideal suprem de bellesa, de dignitat, de veritat i de glòria, de llibertat absoluta, en suma, del qual la poesia ha d’ésser l’expressió. Una expressió casta, nua de tot artifici, començant pel de la rima, sense sonoritats redundants, amb més sentit que mots:
Fiera como los montes de su patria,
Galas desecha que maldad cobijan,
Las cumbres vaga en desnudez honesta…
La immatura poesia de Cabanyes no continuà a Castella, on fou generalment desdenyada, sinó a Catalunya, i en la llengua catalana de la qual ell mateix, «cantor sense llengua», de fet s’havia traduït. Pel seu respecte de la paraula, pel seu sagrat horror de tota vanalitat fomalística, Cabanyes havia afirmat un sentiment de la forma més aviat espiritual i ètic, tradicionalment, essencialment català. El fi que donava a la poesia, es lligava amb el concepte antic del poeta-vates, mena de sacerdot vident, que oficia i parla en representació de tots.”
.
.
En el seu poema “A un amigo en sus días”, dedicat a Joan Corminas (a qui es refereix pel seu nom literari, “Batil“), mestre de Cabanyes a la Universitat de Cervera, hi trobem un gran nombre de referències a l’antiguitat grega, i en especial homèriques. El transcribim parcialment, a tall de mostra, en la versió de Pi de Cabanyes.
.
.
.
A un amic en el dia del seu sant
.
.Farem regals […]
però no tinc aquest poder […]
Delecta’t en els versos; bé podem donar poemes
(Horaci, Cants, VIII).
.[…]
.
Humil cultivador del cor de les muses,
tan sols puc dedicar-te
aquests versos fàcils que ara m’inspira
la meva tosca lira.
.
Donació pobra, però honesta
i franca, filla d’un cor que, oh Amistat, animes,
i que tu estimes més que rics
obsequis, tendre Batil.
.
Tu que potser ara fruint del deliciós encant
del Pindus en el seu cim florit, [6]
prou saps l’immens poderiu del cant
allí on s’eixampla.
.
I sense càntic i síl·labes sonores,
què serien els herois? La seva brillant glòria
enfonsaria el Leteu [7], envejós,
amb la memòria del seu nom.
.
I és que en aquells temps primitius
d’altres més prudents que el sobirà d’Ítaca [8]
i d’altres mes valents que Aquil·les [9]
va veure Grècia [10].
.
Però, ai tristos!, els encercla dens núvol d’oblit.
I és que la sort els va negar, aïrada,
la sagrada veu que fa cèlebres
desertes tombes:
.
vaguen entorn, plàcides, les ombres;
i a l’agradable so del càntic diví
el pelegrí diu: sota aquesta terra,
famosos, dormen.
.
Va passar que Alexandre [11] va sentir aquella veu
on Aquil·les gaudeix de repòs immortal, [12]
i li diu: oh venturós de tu!, que vas tenir un amic
mentre vivies… [13]
.
I, ara, que ets ja en el llit mortuori,
l’homèrica lira [14], que el món admira
sublim, afalaga la teva eterna pau
quan explica les teves proeses.
.
Diu, i sospira. I, humiliat, silencia
la seva supèrbia antiga. Però s’esdevé que, a deshora,
inspiradora de furor guerrer,
sona la trompa.
.
Febrosa l’ànima, amb records nobles,
el Magne es llança. I és la seva audaç cimera [15]
la que primera, Granic [16],
tremola sobre les teves aigües.
.Manuel de Cabanyes
Preludis de la meva lira
Traducció al català d’Oriol Pi de Cabanyes.
.
.
.
NOTES (Oriol Pi de Cabanyes):
[…]
[6] cim, a la serralada central del Peloponès, que va ser molt cantat pels poetes de l’antiga literatura grega. Cabanyes suposa l’amic gaudint de la lectura del millor (“cim florit”) d’aquella literatura.
[7] en la mitologia grega, el riu de l’Oblit, que submergeix els noms dels morts en la desmemòria.
[8] Ulisses, l’heroi de l'”Odissea”.
[9] en l’original: “el Pelida” (Aquil·les era fill de Peleu), l’heroi de la guerra de Troia glorificat per Homer a La Ilíada.
[10] “Hélade”, a l’original. Molt més que simplement un topònim, l’endònim Hèl·lade significa “el conjunt dels grecs” i en Cabanyes, com en Byron, potser al·ludeix a un ideal de comunitat de passat gloriós mereixedor de ressorgiment. La revolta dels grecs moderns contra la dominació de l’imperi otomà havia començat el 1820. Després d’una breu etapa d’autonomia sota sobirania turca, els grecs van obtenir la independència el 1830.
[11] Alexandre el Magne, rei de Macedònia, que va imposar la seva hegemonia sobre una constel·lació de ciutats-estat.
[12] A la tomba d’Aquil·les, Alexandre referma la seva decisió de conquerir, guerrejant, una fama heroica.
[13] es refereix a Patrocle, l’amistat del qual amb Aquil·les, glossada per Homer a la Ilíada, ha passat a ser emblemàtica.
[14] Homer a la Ilíada.
[15] ornament del cim del casc del querrer, sovint guarnit amb un plomall.
[16] el riu Granic, a l’Àsia menor, dóna nom a la primera batalla d’Alexandre el Gran contra els perses (334 aC), amb la qual va començar les seves mítiques conquestes.
.
.
.
.
.
Retrat de Manuel de Cabanyes
Masia d’en Cabanyes
.
.
.
Poemes essencials
selecció, traducció i comentaris:
Oriol Pi de Cabanyes
Ed. El Cep i la Nansa / Consell Comarcal del Garraf
Vilanova i la Geltrú, abril de 2017
ISBN: 9788417000141
.
.
.
El miracle precari dels cossos. “Acerca de las heridas de los héroes”, de Miguel Ángel Velasco
.
.
.
ACERCA DE LAS HERIDAS DE LOS HÉROES
.
.A Agustín García Calvo
.
En la Ilíada nos prende
esa intención precisa en la manera
de describir el daño. Cuántas veces
se demora el hexámetro en el sitio
de la quebrantadura,
en el fiel inventario del estrago:
el lugar que desgarra la espada, cómo hiende
la carne y desmorona ese cartílago;
donde triza el pedrusco
el hueso, el recrujir de sus astillas;
la trayectoria exacta del venablo
que atraviesa las chapas del escudo,
la coraza de bronce.
Y el estruendo que hace al derrumbarse
la torre del guerrero.
Y no hay buenos ni malos, todos son
feroces alimañas que se ceban
en la carne ensartada,
que la agonía infaman del contrario
con palabras de burla,
y que después arrojan los despojos
al festín de los perros..
Y en esa pulcritud, en el registro
de la calamidad, va una plegaria
por la carne solar, por el milagro
precario de este cuerpo.
La cálida estructura bien trabada
que en la danza aligera su destino,
que se hace esclarecida geometría,
claro esquema en el nado, esa otra danza.
El delicado cuerpo
que reverbera en luz cuando lo anima
el ritmo del amor o del poema.
Porque no hay canto alguno
sin el humor del cuerpo, aunque destile
ese licor amargo de la pérdida.
De Sófocles nos dicen que era diestro
en el baile, y que Byron
gustaba de medirse
a menudo en el pulso de las olas.
Y de Tolstoi que sólo sonreía
después de nadar hondo en un brío de sábanas,
porque tras la liturgia de los cuerpos,
en contra del proverbio, no hay tristeza.
.
Velemos por su gracia,
porque el cuerpo es un templo mientras arde
el resplandor de su desnuda gloria...Miguel Ángel VelascoLa miel salvaje.
La guerra de Troia i el Filoctetes de Sòfocles explicats per Carles Riba als nois i noies, el 1921.
.
.
.
.
.
.
.
.
FILOCTETES
Tragèdia de Sòfocles
.
.
D’això fa molt més de tres mil anys. Helena, filla de Tíndar rei d’Esparta, era tan bella, que se la tenia per divina entre les dones. Els més nobles prínceps de Grècia pretenien la seva mà. Una guerra era segura. Per evitar-la, Tíndar va fer jurar a tots els pretendents, que no sols es conformarien amb la voluntat d’Helena, sinó que ajudarien el marit que ella triés a revenjar qualsevol ofensa. Eren hostes de Tíndar els dos fills d’Atreu o Atrides: Agamèmnon i Menelau, foragitats de llur reialme. Helena escollí per marit Menelau; Agamèmnon s’amullerà amb Clitemnestra, germana d’Helena. Restablerts en llur tron, regnaren un quant temps en pau: Agamèmnon a Micenes, Menelau a Esparta.
Però un dia, en absència de Menelau, arribà un hoste. Era Paris, príncep de Troia, ciutat forta i poderosa situada a l’altra banda del mar, sota l’estret anomenat avui dels Dardanels. Seduí Helena i la raptà. Menelau recordà llavors als prínceps grecs llur jurament. Un gran exèrcit es reuní: més de mil naus es feren a la vela cap a les ribes de Troia. Agamèmnon, que tot sol n’havia dutes cent, fou elegit general de tots els grecs. Menelau, els dos Aiax, Diomedes Tidida, el vell i eloqüent Nèstor, l’astut Ulisses, Filoctetes, el millor arquer de Grècia, Protesilau, Palamedes eren els altres cabdills principals. Però cap superava en força i valentia Aquil·les Eàcida, fill de Peleu i de la deessa Tetis. Un oracle havent predit que moriria gloriós però jove, la seva mare l’amagà entre les filles de Licomedes, rei de l’illa de Sciros. Però un altre oracle anuncià que Troia no seria presa sense la presència d’un Eàcida en l’exèrcit grec. L’enginyós Ulisses fou enviat aleshores a cercar Aquil·les. Per conèixer-lo entre les noies, posà davant d’elles diversos presents: filoses, llanes riques, joies; també una espasa, una llança i un escut. Una trompeta sonà: Aquil·les, responent a la seva naturalesa impetuosa, es llançà a pendre les armes; i preferint la glòria a la vida, acompanyà Ulisses a Troia. En obirar la seva cimera, els estols fugien. Amb tot, el setge es prolongà. Moltes misèries patiren els uns i els altres. Els déus de l’Olimp havien pres també partit: més d’una vegada se’ls havia vist combatre en els rengles dels aliats troians o dels aliats grecs. Per fi, al cap de deu anys, els grecs entraren a Troia, gràcies a una astúcia d’Ulisses, i la destruïren completament.
Durant segles, els grecs recordaren les vicissituds d’aquesta guerra, i les aventures dels cabdills que hi havien pres part. Molts de cants se’n van fer, que eren escoltats en els banquets, i en les sales dels prínceps, i en les festes ciutadanes. També en el teatre, on es representaven les fetes dels déus i dels herois, abundaven les tragèdies sobre episodis de la guerra de Troia. Una de les més belles és la tragèdia de Filoctetes. L’escriví Sòfocles, un gran poeta que, 450 anys abans de néixer Jesús, vivia a Atenes, en la mateixa època que hi fou construït el meravellós temple del Partenó.
I veu’s aquí el que figura aquesta tragèdia:
Quan Hèrcules anava per la terra acomplint fatigosos treballs per ordre dels déus, matà un dia una hidra, serp de molts caps que infestava l’estany de Lerna. Xopà la punta de les seves fletxes en la sang verinosa del monstre, i des d’aleshores feien ferides incurables. Temps després, una d’aquestes fletxes ferí un altre monstre, el centaure Nessus, mig home mig cavall. Nessus, per revenjar-se, donà d’amagat a Deianira, esposa d’Hèrcules, la seva túnica remulla de sang emmetzinada, dient-li que si Hèrcules se la posava, l’estimaria més. Deianira caigué en l’engany. Però així que la tela li tocà el cos, Hèrcules sentí com un foc horrible que se li fiqués per les venes: enfollit de dolor, corria cridant i retorcent-se per la muntanya de l’Eta; fins que no podent resistir més, arrabassà tot d’arbres, arrastellà una gran foguera i s’hi ajagué al cim. Filoctetes, fidel amic que l’acompanyava, hi calà foc: Hèrcules, en paga i memòria d’amistat, li donà el seu arc i les seves fletxes infal·libles.
Anys després, esclatà la guerra de Troia. El príncep Filoctetes, fill de Peant i antic pretendent d’Helena, partí amb l’estol grec. En una expedició que part de l’exèrcit va fer a l’illa de Crisa, un escorçó el mossegà en un peu. La ferida se li endanyà talment, que no el deixava viure de dolor; els seus crits omplien les orelles dels grecs, la pudor que llançava infectava l’aire entorn seu. Els grecs decidiren d’abandonar-lo. Per consell d’Ulisses, estant adormit fou deixat sobre la platja inhabitada de Lemnos, illa sense port, on cap nau no atracava mai, mar enfora de les costes de Troia. Allí passà Filoctetes nou anys, sol, esparracat, emmagrit de rancúnia, d’enyorament i de dolors de la ferida, subsistint dels ocells que arrossegant-se caçava amb les seves fletxes.
Mentrestant, el setge de Troia s’allargava. Ja havien mort Patrocle, l’amic d’Aquil·les, a mans d’Hèctor, cabdill dels Troians, i Hèctor a mans d’Aquil·les, i el mateix Aquil·les encertat al taló per una fletxa de Paris. Per la possessió de les armes d’Aquil·les s’havia aixecat una disputa entre els més valents: Ulisses se les havia fet adjudicar astutament, i Aiax, en un accés de desesperació, s’havia clavat la seva pròpia espasa. Per tenir, segons l’oracle, un Eàcida a l’exèrcit, els grecs havien anat a cercar Neoptòlem, fill d’Aquil·les, que en començar la guerra era un nen, i ara era un minyó, impetuós i sincer com el seu pare. Un dia, Ulisses capturà Helenus, un endeví de Troia, que com tots els endevins d’aquell temps llegia les voluntats i els designis dels déus en el vol dels ocells i en les entranyes de les bèsties immolades en els sacrificis. Entre altres coses, Helenus predigué als grecs que no serien mai amos de Troia si no tenien l’arc i les fletxes d’Hèrcules. L’astut Ulisses s’encarregà llavors d’anar a apoderar-se’n, esperant de convèncer Filoctetes amb els seus discursos: si no, se l’enduria per força. Neoptòlem l’acompanyà.
Tots dos fan cap a Lemnos. Ulisses, temoros de les terribles fletxes, trama un parany. Fa que Neoptòlem es trobi amb Filoctetes i li digui que, ressentit amb els Atrides i amb Ulisses per la qüestió de les armes del seu pare Aquil·les, s’ha separat de l’exèrcit i se’n torna cap a la seva pàtria. El vell arquer abandonat, veu una esperança de sortir d’aquella illa, i suplica Neoptòlem d’endur-se’l amb ell: a la qual cosa aquest fa veure que accedeix. Ulisses, en tant, envia un mariner disfressat de mercader, el qual conta que ve de Troia i sap que un vaixell ha sortit en persecució de Neoptòlem, i un altre, amb Ulisses i Diomedes Tidida, arribarà tot d’una per endur-se’n Filoctetes de grat o per força. Filoctetes, indignat, excita Neoptòlem a fugir de seguida. Però el vent és contrari; un súbit accés de dolor puny Filoctetes, i, tement que durant el son que sempre segueix al seu dolor, li prenguin l’arc, el confia al mateix Neoptòlem. En possessió del que tan desitjat era, aquest, però, no es decideix a partir. Dreturer i generós, no vol aprofitar-se de la mentida; quan Filoctetes es desperta, li revela tot i mira de persuadir-lo amb bones raons perquè vagi a Troia. El míser s’hi nega, demana aquell arc sense el qual no podrà menjar: Neoptòlem, apiadat, està per tornar-li’l, quan de repent es presenta Ulisses. Irritat amb Neoptòlem, que oblida la voluntat de Júpiter manifestada pels oracles, dóna l’ordre d’embarcar-se: si Filoctetes no vol seguir, ja tenen l’essencial, que és l’arc; i d’altres arquers hi ha a l’exèrcit. Però Neoptòlem, no pot fer-se passar la vergonya d’haver enganyat un heroi; torna sobre els seus passos, i malgrat l’amenaça d’Ulisses, restitueix l’arc a Filoctetes. Aquest, ple de ira, l’encara contra Ulisses, va a disparar, quan tot d’una li apareix Hèrcules, que en recompensa dels seus grans treballs frueix ara la immortalitat entre els déus de l’Olimp: i en nom d’aquests, li dóna ordre de seguir cap a Troia.
Macaó i Podalir, fills d’Esculapi, el déu de la medicina, allí el guariran de la seva ferida. I una de les fletxes de Filoctetes occirà Paris, el deslleial raptor d’Helena, que tants de mals havia desfermat sobre els troians i sobre els grecs.
.
Carles Riba
Llibre de Mar
1921.
.
D’ací d’allà. Vol. 08, Núm. 09 [45] (set. 1921)
.
.
.
.
.
.
.
El “Proyecto Homero” de La Joven Compañía.
.
.
.
.
.
ILÍADA
.
.
EL LAMENTO DE AQUILES
.
AQUILES está completamente solo en el escenario. Su ropa y su espada están empapadas de sangre, su respiración es agitada. Podría decirse que acaba de masacrar a medio ejército troyano él solo. Su tono no tiene nada de heroico.
AQUILES
(A público) La verdad.
La verdad es la primera víctima de cualquier guerra.
Y es la que más duele.
La sangre que mancha mis manos, los cuerpos que cubren el campo de batalla, los seres queridos que la lucha me ha arrebatado… todo eso es resultado de aquella primera muerte.
Del día que murió la verdad. De eso hace ya nueve años.
Nueve años de guerra contra Troya. Nueve años de aniquilación y barbarie. Nueve años arrasando, saqueando y violando para borrar una ciudad de la faz de la tierra. Y aún no lo hemos conseguido.
Ya no pensamos en el precio que hemos tenido que pagar, porque nos volvería a todos locos.
Una profecía vaticinó que al décimo año la victoria sería nuestra. La llamaron la profecía de la serpiente. Pero ya no sabemos con certeza si se va a cumplir, porque nadie recuerda cómo empezó esta locura.
Dicen que todo fue culpa de Paris.
Paris, hijo de Príamo, rey de Troya, llegó a Esparta, donde reinaban Menelao y su esposa Helena, la mujer más bella del mundo. El príncipe se enamoró de ella al instante. La sedujo y se fugaron juntos. Tras ese agravio imperdonable, Menelao convenció a todos los caudillos griegos para marchar sobre Troya bajo el mando del rey Agamenón.
Los griegos consiguieron reunir una flota de más de mil barcos.
Y yo, Aquiles, hijo de Peleo, rey de los mirmidones, me sumé a ellos.
Unos dicen que Helena fue raptada. Otros aseguran que se marchó por su propia voluntad. Incluso hay quien afirma que todo fue el resultado del enfrentamiento entre tres diosas, Afrodita, Hera y Atenea, que jugaron con el destino de los hombres tras una riña sobre cuál de las tres era la más hermosa.
Cientos de muertos. Miles de muertos. Todos caídos por el honor de Menelao.
O por la pasión de dos enamorados.
O por un concurso de belleza.
¿Fueron ésas las verdaderas razones o quizás todo fue una mala excusa para obtener el control comercial del Mar Egeo?
Quién sabe. Hay tantas verdades como personas dispuestas a creerlas.
Hace tiempo que el mundo ha olvidado lo que ocurrió en realidad.
Porque con la verdad no se moviliza un ejército. Con la verdad no consigues que un hombre le corte el cuello a otro.
Con la verdad no rezas por la destrucción de países enteros.
Por eso lo primero que hace cualquier guerra es acabar con ella.
Y la sustituye por algo mucho más efectivo.
El mito..
II
EL RAPTO DE CRISEIDA
.AQUILES abandona el escenario. Entran los demás actores.
ACTRIZ 3
Como ha dicho Aquiles, griegos y troyanos llevan nueve años en guerra.
ACTOR 9
Durante casi todo ese tiempo la ciudad de Troya ha estado sitiada.
ACTOR 3
En la costa, la flota griega ha construido un campamento que se ha acabado convirtiendo en una pequeña ciudad fortificada.
ACTOR 1
Los kilómetros que la separan de las murallas troyanas han sido escenario de incontables batallas.
ACTOR 8
Troya no está sola en su defensa. Cuenta con muchos aliados en la zona.
ACTOR 4
Aliados que los griegos no tardan en atacar, con el fin de debilitar el sitio.
ACTRIZ 1
Los ejércitos no tienen contemplaciones. Cuando toman una ciudad, la saquean, la destruyen y se llevan sus tesoros.
ACTRIZ 2
Y entre esos tesoros están las mujeres.
ACTRIZ 3
El rapto de mujeres es algo muy habitual.
ACTRIZ 1
Paris raptó a Helena y ya hemos visto el problema que ocasionó.
ACTRIZ 3
Y no fue el único. La lista de raptos es interminable.
ACTRIZ 2
El dios Hades, rey del inframundo, raptó a Perséfone.
ACTRIZ 1
El dios Zeus raptó a Hera, a lo, a Europa y hasta a Ganímedes, que era un chico.
ACTOR 10
¿En serio?
ACTRIZ 2
A los dioses griegos les daba igual la carne que el pescado.
ACTOR 4
Y a muchos mortales también.
ACTRIZ 1
Pélope también era un chico y fue raptado por Poseidón.
ACTRIZ 3
Eos raptó a Orion, Clito, Céfalo y Titonio.
ACTRIZ 1
Teseo raptó a Helena antes que Paris. Y luego a Antíope.
ACTRIZ 2
Telamón raptó a Hesíone y dio comienzo a la enemistad eterna entre Troya y Argos.
ACTRIZ 3
Su hermano Peleo raptó a la ninfa Tetis y juntos engendraron a Aquiles.
ACTRIZ 2
Y el propio Aquiles no podía ser menos. Durante la Guerra de Troya raptó a Briseida y se la llevó con él al campamento.
ACTOR 3
Todos los caudillos griegos acabaron con su botín femenino.
ACTOR 1
Todos menos uno: Agamenón.
ACTOR 9
El rey no se lo tomó nada bien. Y no se le ocurrió nada más que dirigir una incursión al pequeño asentamiento de Tebas y tomar cautiva a Criseida, la hija del sacerdote de Apolo de esa ciudad.
ACTOR 8
Y sin saberlo, esa decisión cambió para siempre el curso
de la guerra.Entra AQUILES con la ropa limpia de sangre.
ACTOR 2
A los pocos días del rapto, la peste cayó sobre el campamento.
ACTOR 6
Empezó entre perros y yeguas, pero pronto se extendió entre los hombres.
ACTOR 7
Cada vez más soldados se contagiaban y morían. El olor a podrido y carne quemada lo invadía todo.
ACTOR 10
Y al décimo día de la peste, Aquiles ejerció su derecho a exigir una asamblea.
Todos ocupan sus posiciones en la tienda, excepto los actores que interpretan a personajes tróvanos, que salen.
[…]
Guillem Clua
Ilíada.
.
.
.
ODISEA
.
.
Todos los actores en escena excepto el que interpreta a ULISES.
.
CORO
¿Y entonces?
¿Entonces qué?
¿Cómo terminó?
¿Qué?
La guerra de Troya, ¿cómo terminó?
Homero no lo cuenta.
¿Tantas páginas y no cuenta el final?
¿Para qué? Todo el mundo sabe cómo acaba una guerra.
Matas y mueres, matas y mueres, y no hay más.
Eso es la guerra.
¡No! La guerra nunca termina.
Se terminan los hombres.
Y las mujeres. Y los niños. Y los ancianos.
Esta es la cosecha infinita de la guerra:
¡nuestros cuerpos!
Porque la guerra sigue. Nunca termina.
¿De verdad Homero no cuenta cómo termina la guerra?
En la llíada no. Entierran a Héctor y ya está.
Héctor, domador de caballos.
¡Héctor, matador de hombres!
No jodas. ¿Ese es el final?
Del libro.
¿Y lo del caballo?
Eso vino luego.
¡El caballo de Troya!
Pero eso no lo cuenta Homero.
En la Ilíada no.
¡Qué cabrón Homero!
Homero no existió.
¿Cómo que no?
¿Cómo no va a existir Homero?
Homero son los padres.
Dicen que era ciego.
Seguro que fue una mujer.
O peor: varias mujeres.
¡Estúpido!
Entonces, ¿qué ocurrió después?
¿Después de qué?
Después de Troya.
Vamos, lo del caballo de madera.
Ahora vamos.
¿Y el orgulloso Aquiles?
Muerto. Paris lanza la afilada flecha, Apolo la recoge, va recta, recta, y zas, en el talón.
Y la oscuridad cubrió sus ojos.
¿Empate? ¿Vamos empate? ¿Cuántos muertos en cada bando?
Imbécil. (Pausa.) ¡Vamos ganando!
Ha entrado ULISES.CORO
¿Y Príamo?
Sacrificado. Zas, un tajo en el cuello.
Lo mató el hijo de Aquiles, después de besarle las manos.
Y la oscuridad cubrió sus ojos.
¿Y entonces? ¿Lo del caballo?
Fue a Ulises a quien se le ocurrió lo del caballo.
¿Por qué dices «Ulises»?
Es Odiseo. La Odisea y Odiseo. Está claro, ¿no?
Da igual. Suena mejor Ulises.
¿A quién le suena mejor?
A mí. Que lo estoy contando.
Los troyanos pensaron que la guerra había terminado
Y que los aqueos /
¿Quiénes?
Los otros, los griegos, Menelao, Aquiles, Agamenón, esos. Déjale seguir.
Y que los aqueos se habían retirado dejando allí una
ofrenda.
Un enorme caballo de madera.
¡Hay que temer a los griegos incluso cuando traen regalos!
Abren las murallas. Meten el caballo.
En el vientre del caballo se esconden los aqueos.
Cae la noche.
Y los troyanos celebran el final de la guerra.
El final de diez años de lágrimas y de mortajas. ¡La guerra ha terminado! ¡La guerra ha terminado! Alzan las copas. Ríen.
La primera noche en diez años en la que podremos dormir tranquilos.
Sin temer el cuchillo.
Sin temer el grito.
Sin temer la noche en las ventanas.
Y se echan a dormir. A lo lejos suena el mar. En la bóveda del cielo brillan las constelaciones. Por primera vez en diez años la vida se parece a la vida.
Y entonces los griegos salen del caballo,
como una plaga de hormigas,
todo lo arrasan, todo lo destruyen,
no queda nada, ¡fuego!, ¡fuego!
Nos disparan. Nos aniquilan. Las llamas nos devoran.
Dejan nuestros cadáveres en las calles para festín de los buitres.
Se confunden los gritos
por los muertos
con los gritos de
¡victoria!
Menelao, el cornudo,
acompañado de Ulises,
encuentran a Deífobo, hijo de Príamo, y amante de
Helena.
Porque Paris ya había muerto.
Lo había matado Filoctetes. De un disparo de arco. Zas, y la oscuridad cubrió sus ojos.
¿Dónde estábamos?
Ah, Menelao y Ulises encuentran a Deífobo.
Le cortan las manos.
Le cortan las orejas.
Le cortan la lengua.ULISES
Basta.
CORO
Y la oscuridad cubrió los ojos.
ULISES
¿Por qué tenéis que contar eso?
CORO
¿Por qué no? Lo dejaron allí, desangrándose, como un cerdo.
Le cortan la nariz. Se le escapó el alma entre los dientes.
¡De Troya no quedó nada!
Ceniza. Ceniza. Ardió hasta los cimientos.
Te equivocas. Algo sí quedó.
Una buena historia para ser contada.ULISES
¡Que te calles, joder!
CORO
¿Y quién eres tú para mandarnos callar?
ACTOR I / ULISES
Ulises. Yo hago de Ulises. Dejad eso. Es suficiente con lo del caballo. Ya está. La guerra terminó.
¿Quién la ganó?
Dirás: ¿quién no la perdió dos veces?
¿Y luego?
¿Qué fue de los que no murieron?
Regresaron.
Todos menos uno.ULISES
Ulises. Hijo de Laertes y Anticlea.
CORO
¿No regresó?
Sí, pero tardó otros diez años.
Eso es la Odisea.
En Ítaca lo esperaban.
Su hijo.
Telémaco.
Y su mujer. Penélope.
Y su perro
¿Y dónde estuvo esos diez años?
¿Empezamos?
Ya era hora.
Háblame, Musa, de aquel hombre astuto que, después de destruir Troya, anduvo perdido mucho tiempo.
Háblame. Cuéntamelo. Sus aventuras en el mar.
Tratando de salvar su vida y la de sus compañeros.
Pero no los pudo librar, como deseaba, y todos perecieron tras cometer locuras.
Ya me has estropeado el final.
No, no es lo que ocurre sino cómo ocurre. Sigamos.
Cuéntanos, Musa, las aventuras de aquel varón.
Ulises, de gran ingenio, que después de destruir la ciudad sagrada de Troya
peregrinó errante muchos años.
Vio las ciudades, conoció las costumbres de muchos hombres
y en el mar padeció grandes calamidades.
Cuéntanos, oh, Musa,
con palabras que vuelen como pájaros.
El Cíclope, Circe, el descenso al Hades, la isla de Calipso, los pretendientes.
¿Todo?
¡Lo que se pueda!
Cuando la historia empieza Penélope y Telémaco esperan en Ítaca el regreso de Ulises.
Pero a él lo retiene la ninfa Calipso,
con dulces y tiernas palabras aturde su mente.
¿Lo retiene o está en sus brazos?
La diosa Atenea quiere que regrese.
Pero Poseidón lo odia por haber dejado ciego al Cíclope.
¡No adelantes![…]
Alberto Conejero
Odisea.
.
.
Ilíada (Guillem Clua) / Odisea (Alberto Conejero)
La Joven Compañía
Ediciones Antígona. Madrid, 2016
ISBN : 9788416923014
.
.
.
Helena balla sardanes a Sant Feliu de Guíxols, els anys 20
.
.
.
John Langdon-Davies (Eshowe, Zululàndia Sud-àfrica, 1987 – Shoreham, Gran Bretanya, 1971) fou un periodista i escriptor que va viure de molt a prop els esdeveniments històrics de Catalunya en el període que va de l’any 1929 al 1970. Fou testimoni i divulgador d’èpoques tan diferents de la Catalunya del segle XX com la monarquia d’Alfons XIII, la dictadura de Primo de Rivera, la República, la Guerra Civil i el franquisme. Amic de Marià Manent i de Josep Pla, John Langdon-Davies passà llargues temporades de la seva vida a Sant Feliu de Guíxols treballant en les seves obres i en la posada en marxa d’un hotelet, alhora que «descobria» racó darrere racó de la Costa Brava i de l’Empordà.
.
.
.
III. Penèlope
(Text complet a
Penèlope, de John Langdon-Davies a “Dancing Catalans”)
.
.
.
Dues dones mediterrànies han estat adoptades com a ideals pels poetes i els contistes: Helena i Penèlope. La raó perquè n’hi ha dues, i amb caràcters tan diferents, està ben clara: l’home sempre té dos ideals diferenciats segons es tracti del comportament de la seva dona o el de la dona d’un altre. Helena era «d’una alçada divina i una bellesa d’allò més divina»; la seva bellesa per a nosaltres és com aquelles barques nicenes d’antany, la seva fou «la cara que féu llançar mil vaixells i féu cremar les cases descobertes d’Ílion»; però Penèlope es va quedar a casa filant i va estar uns vint anys esperant que tornés el seu marit i rebutjant les propostes dels seus pretendents. Tot home intenta reconciliar dintre seu el paper doble de pretendent i marit i, com a pretendent, prefereix Helena i, com a marit, prefereix Penèlope.
Però aquesta no és més que una visió parcial d’Helena: la seva vida no començà pas amb l’arribada de Paris, ni amb la de Menelaus. Abans havia estat una noia, alta i bella ja, però no gaire sofisticada encara, d’emocions i experiències simples.
De fet, val la pena recrear mentalment l’existència d’aquesta altra Helena a través d’una mica de ficció dramàtica. Els japonesos escriuen obres de teatre sobre temes tradicionals, en les quals les paraules, la música i la dansa, mitjançant insinuacions i subterfugis, expressen idees o emocions relacionades amb els caràcters tradicionals de l’argument. Heus aquí una obra Noh sobre Helena, la jove Helena, i un endeví, i hi afegirem un cor per poder escoltar els seus comentaris. Aquí només hi ha el diàleg —la música, la dansa i la pantomima, les haurem d’imaginar. Helena, disfressada de filla de mercader, visita l’endeví i, quan ella arriba a la porta, ell s’està dient:
…..«Sóc endeví i visc aquí, en aquesta cambra fosca d’aquest carreró: que cansat que estic de preparar encanteris pels ximples. Mireu les teranyines que tapen la finestreta. En altres temps gaudia d’aquella llum suau damunt els arbres dels boscos de fora la ciutat, però els homes han d’aconseguir aliment i casa de la manera que sigui. Mireu, però:
Una ombra apareix a fora al carrer,
i algú empeny la porta.
Aviat se sentirà el cruixir de l’escala.
Ah! Ja el tenim,
com el mormolar del desmai,
quan gira vent.Noia:
¿És aquest l’endeví
que em pot ensenyar
allò que totes les noies anhelen veure:
la cara del seu amant,
i el nom de la família d’aquest?
I els arbres i les muntanyes que veurà des de la finestra després del dia de noces?Cor:
Aquesta és la cara que féu llançar mil vaixells
i féu cremar les cases descobertes d’ílion;
que jove que és encara.
Per què s’han de fer totes aquestes coses?
Les flors somnien al sol,
però vents rudes sacsejaran les baies;
i aquest foll d’endeví
no sap
qui és aquesta noia,
i el seu endevinament
no és més que una farsa.Endeví:
Tinc un bol
ple d’una estranya aigua,
que em fou donat fa anys
per la filla d’un rei mort:
hi tiro una flor groga,
li tiro l’alè mentre sura,
i una ombra de l’ànima
de la filla del rei mort
es posa sobre l’aigua ondulada
i l’omple d’un estrany poder.
Mira fixament el bol mentre ballo lentament davant la deessa, i hi veuràs pintades les coses que s’han d’esdevenir.Noia:
Tremolo de fascinació,
el pols em batega contra el front.
Pot ser veritat això?
Quasi no goso mirar.Cor:
Com ens alegrem
pel fet que allò que ella veu
és un engany burleta,
Perquè si ella pogués saber què hi ha amagat darrera aquella cortina que es mou amb el vent, la seva joventut quedaria pansida com les flors d’un estiu eixut.Noia:
Veig barques…
Cor:
Si sapigués les barques que es llançaran per ella… però això és un truc de l’endeví i no vol dir res.
Noia:
Veig exèrcits que lluiten…
Cor:
I moriran molts homes per ella, però això no ho sap, i quant a l’endeví, prou que sap que sempre hi ha exèrcits.
Noia:
Una ciutat amb grans muralles, i el fill d’un rei, i unes terribles flames, i tinc la sensació que potser hi sóc jo.
Cor:
És estrany!
Hi ha alguna cosa de veritat
en els trucs de l’endeví,
mireu com balla
com un nen captaire
per les monedes que li tiren;
però en aquest bol hi ha alguna veritat
que ell no hi ha pas posat.Noia:
Veig dones que seuen
al costat dels seus telers i ploren:
(No vull mirar-ho)…
Les seves boques tremoloses
criden… no ho sento…
paraules… de… força
odi,
tinc la sensació que estan pensant en mi.Cor:
Pot ser que hi hagi veritat al bol?
Per l’amor de Déu, la destrossarà!Noia:
“Maleïda sigui”, diuen,
“Maleïda sigui la que manté els nostres homes
allunyats de nosaltres: i alguns són morts;
per aquesta núvia infidel
han mort,
infidel”… Maleït dia…
Si sóc jo! Em desmaio.Endeví:
Però quina cosa tan terrible has vist? Havia enviat una visió que t’agradés.
Noia:
M’he vist odiada per les dones durant mil anys.
Cor:
Veieu com la sorpresa
omple la mirada de l’endeví;
aquesta veritat no prové d’ell.Endeví:
Donzella,
et prego que em perdonis,
aquest somni
és fals: i tu seràs
feliç i estimada per tots el fills dels mercaders,
i tindràs riqueses.
Ha estat un esperit dolent
que t’ha molestat, i ara
el faré fora d’aquesta casa.Noia:
Que estrany que pensi que sóc filla de mercader, si vaig disfressada; aquell que no coneix el present, com pot conèixer el demà? Però ja he oblidat aquell malson i un raig de sol entra per la finestra; torno, no fos que les criades em trobin a faltar.
…..[Se’n va]
Cor:
En els llunyans turons
cau la neu,
més enllà d’aquells espessos núvols
brilla el sol,
esclata, i la neu fosa
goteja per les roques i cau a la vall.
Abans, Helena xuclava el pit de la seva mare, i feia riure amb els seus jocs infantils, i aquesta Helena encara viu, a més d’aquella en qui tots pensem.
Que bonica que és la fulla que l’agalla ha fet brillar!»Si ens podem imaginar aquesta Helena, aquesta bellesa tan divina, abans que es convertís en Helena de Troia, tindrem una imatge de les noies que ballen la sardana al nostre poble i, sobretot, de la més bonica de totes, que passa per davant de la finestra de casa quatre vegades al dia per anar i tornar de la feina a la fàbrica de taps. Aquesta comparació és més encertada que no pas la de Nausica, ja que també fa referència a la sort funesta que les espera; en aquest cas, no la sort de Paris i de Troia, sinó la sort menys espectacular però més segura que tenen de convertir-se un dia en Penèlope i passar la resta de la vida esperant els seus marits. De jove Helena a Penèlope: aquesta és la història de les nostres dansaires. I no entendrem la sardana si no podem entendre això.
[…]
La felicitat de les dones en el nostre poble s’acompassa com ho fan els integrants d’una rotllana de sardanistes: la individualitat està malvista i només es permeten determinats estils i formes. Els dansaires dediquen tota la intel·ligència a conformar-se a la convenció i assoleixen la màxima felicitat quan ho aconsegueixen; quan fallen, molesten els altres i s’incomoden ells mateixos. L’ideal que s’han fixat, es va inventar molt abans que nasquessin i continuarà molts anys després que hagin mort; al seu món, no es qüestiona enlloc i, per tant, és tan gratificant com ho és l’aire per un animal amb pulmons. Passa el mateix amb les dones i la seva felicitat; viuen en un univers en el qual no existeix la lliure voluntat; Helena està condemnada a convertir-se en Penèlope i, en fer-ho, se sent plenament realitzada. Per a nosaltres, és completament diferent: la felicitat és, en gran part, una qüestió d’escollir entre actituds alternatives sense tenir prou informació perquè l’elecció sigui raonable.
Continuo amb la feina o plego i em caso? Un camí porta a més felicitat, l’altre a menys, però ningú no sap quin escollir en cada cas concret. En el nostre poble mediterrani, no hi ha cap feina que pugui ser incompatible amb el marit; per tant, cap Helena no corre el risc d’equivocar-se. Tenim fills de seguida, i molts; o esperem un any i en tenim només dos? Al nostre poble, la pregunta resulta incomprensible: ningú no sabria de què parlàvem. Marie Stopes i Margaret Sanger figuren tan poc en els càlculs matrimonials com Einstein o Freud. ¿M’espero uns anys i ens casem quan ell tingui diners o ens fem amants ja? Helena mai no veu el seu marit en privat abans de casar-se, s’aparta instintivament si la mà d’ell li frega el braç mentre passegen: estaria sentenciada —no tan sols en els ulls dels altres sinó també en els seus i en els del seu xicot— si mai aquesta pregunta li passés pel cap. En tot cas, ja que la vida aquí és molt senzilla, per motius d’economia no hi haurà cap espera llarga. ¿Suavitzo els problemes i les incompatibilitats o els agreujo fins que es facin insuportables? Tampoc no cal que s’ho plantegi perquè aquí no existeix el divorci. En resum, no té tantes possibilitats de tirar la seva felicitat per terra, ni que la hi tirin, com una anglesa o una americana; de la mateixa manera que a un vegetal no se li fereixen els nervis tan sovint com a un animal.
Seguir aquest camí predestinat i tan poc ambigu per la vida té moltes conseqüències interessants. Helena sap què té al davant i sap que allò que s’ha d’esdevenir s’esdevindrà sense que ella no aixequi ni un dit. Com que viu en una comunitat on a ningú no se li acut de perdonar ni la més mínima llibertat sexual o sentimental, no desitja cap llibertat d’aquesta mena. Al passeig marítim de Bournemouth, si un home i una noia van a passejar plegats, la majoria dels homes amb els quals es creuen es miraran la noia, i la gran majoria de les noies es miraran l’home. A més a més, la noia es mirarà els homes amb molta més llibertat i amb un interès no tan dissimulat, perquè va acompanyada i no cal que estigui tan completament a la defensiva. Res d’això no es pot aplicar en el nostre poble mediterrani: les noies totes miren la noia i si algun home mira alguna cosa, en la majoria dels casos, serà l’altre home. Potser seria més exacte encara dir que les noies miraran la roba de la noia més que no pas la noia. Quan camina amunt i avall del Passeig, Helena dissimula molt bé l’interès que sent pels homes, encara que les coses de què parla amb les altres Helenes són una qüestió a part. No es preocupa de coses que li seran decidides al seu temps per la tradició i, abans que el clima l’hagi madurada massa, està casada.
A la vida de Penèlope, les coses són molt diferents. Com que no hi ha anat gaire, a l’escola, i com que mai no fa exercici, la vida consisteix tan sols en la feina de casa i dos plaers: el sexual i el maternal. Mai no es trobarà en privat amb un home, però si li passés, com que no hi hauria res de què parlar, només podrien passar l’estona d’una manera: aquesta, si més no, és la teoria, i afalaga molt els homes, ja que els suposa dotats d’una virilitat abundant i sempre a punt. A la pràctica, sens dubte, hi hauria moltes ocasions en les quals l’única cosa que s’esdevindria seria un avorriment mutu.
Però, per molt que aquesta existència estereotipada no causi tanta infelicitat o, si més no, no presenti tantes oportunitats de prendre una via equivocada, redueix al mínim les possibilitats d’un contacte imaginatiu entre els sexes. No és simplement que vas i parles amb els teus amics al cafè mentre la dona es queda a casa; és que hi ha una única relació entre tu i Helena, entre tu i Penèlope; no hi ha matisos i no hi ha tons. No hi ha sentiments ambigus i difícils d’explicar causats per alguna Helena amb la qual no vols fer ni de Menelaus ni de Paris. No hi ha amistats en les quals el contingut sexual es manté principalment al cap; no hi ha aquells migamors que, com que no tenen fonaments a la terra, semblen edificis construïts amb somnis i fantasies impossibles, que floten en l’aire, donant a la vida una fulgor de colors subtils: no pots ni tan sols fumar un cigarret amb una dona mentre llegiu el diari. No pots fer treballar la imaginació, ni les cames, ni el cervell, ni amb Helena ni amb Penèlope; no pots fer res amb elles ni mentalment ni físicament, tret de seguir un camí directe, el final del qual és de tots conegut.
I si l’amor entre home i dona es menciona o s’observa poc al Passeig, si els homes van al cafè i Penèlope es queda a casa, si Helena prefereix les seves companyes als joves més atractius, encara hi ha una altra cosa que cal assenyalar. L’amor entre l’home i la dona no és només l’amor entre mascle i femella, també hi ha l’amor de mare i fill i això és evident. Generalment, la relació natural entre mare i fill la destrueix la industrialització. Per a milers de persones a Anglaterra i Estats Units la llar no existeix, si no és en forma de vague record. Està molt bé això de ressuscitar la pietat amb l’establiment del «Dia de la Mare», però la vitalitat d’aquesta institució prové principalment de la cupiditat i el geni publicitari dels floristes i les companyies de telègrafs, més que no pas de fonts més autèntiques. Aquí, al nostre poble, no hi ha necessitat d’un dia de la mare.
Seria una generalització legítima dir que, a Anglaterra i Estats Units, la llar, tal com es presenta el matrimoni i els seus corol·laris, es basa més en el desig d’una companyia sexual, mentre que al nostre poble mediterrani es basa en la relació entre pares i fills i, sobretot, entre mare i fill. La relació sexual és un mitjà per aconseguir un fi i no pas un fi en si, i aquesta situació tan sols és possible quan les dones estan subjugades intel·lectualment, ja que la felicitat que obtenen de la relació sexual, en el sentit més ampli de la paraula, és igual a la dels homes, però els patiments que els causa la finalitat per la qual aquesta relació és un mitjà són infinitament superiors als patiments dels homes.
Però, amb tota seguretat, és pel fet de ser mares en lloc d’esposes que les seves vides són més estables i les seves emocions més tranquil·les. Els científics ens diuen que la família humana va sorgir de l’instint maternal i no pas del sexual; per tant, cal creure que allà on les mares són més importants que les esposes la família conservarà la seva força primitiva. I ben segur que aquests homes prefereixen les mares a les esposes, ja que permeten i fomenten una forma de vida que converteix les seves dones en velles tan bon punt sigui possible. Realment deuen preferir els cossos hipermaternals que desenvolupen les seves dones quan tenen trenta anys a la bellesa esvelta d’Helena quan va cap a la fàbrica de taps o en torna, perquè si desitgessin una companya prima i juvenil els seria molt fàcil de convèncer les seves dones perquè caminessin una mica més i mengessin una mica menys, perquè pensessin una mica més i viatgessin per adquirir idees noves. Aquí, com arreu, existeix la prohibició primitiva: un home no es pot casar amb la seva mare, però no hi ha res que l’impedeixi de convertir la seva esposa en la seva mare pel que fa a la forma, els costums i, amb un matís, la funció.
Penèlope poques vegades balla sardanes: no seria correcte tenir un home a l’esquerra que no fos el seu marit i, a més, com que és quasi segur que estigui o bé prenyada o bé donant de mamar, normalment està incapacitada; deixa la rotllana per a Helena. I Helena, un cop s’hagi acabat la música, deixa anar les mans i, sense gairebé donar ni una ullada a cap banda, se’n va a buscar les seves companyes. Tot plegat és molt estrany.
[…]
[…] al nostre poble, és sorprenent que poc hipòcrita que és la gent. No hi ha cap dubte que no són perfectes: hi deu haver un petit bordell amagat pels afores del poble, més que res per a la diversió dels mariners, però res d’això no afecta de cap manera a la rotllana de la sardana. Allí, gairebé tot és senzillíssim; les Helenes ballen amb ben poques filigranes individuals, mentre Penèlope seu a casa, criant el darrer infant o esperant el següent: les mares són el ciment de la societat i no desitgen cap mena de vida intel·lectual perquè mai no han sabut el que representa tenir-ne: és impossible saber fins a quin punt tenen enveja d’Helena, la vellesa sempre té enveja de la joventut, però tard o d’hora els marits es converteixen en fills, per molt que la pàtria potestat continua tenint la mateixa força de sempre.
Mentrestant, han arribat el cine i el jazz: aquelles coses tan estranyes que fa la gent a Hollywood s’observen i es comenten, els cafès lloguen orquestres terribles que assassinen la síncope. Tot això deurà tenir el seu efecte algun dia, però de moment la sardana regna suprema, Helena va de casa a la fàbrica i de la fàbrica a casa, amb les espardenyes de cànem planes i sense cap imitació pseudoparisenca de barret sobre els seus cabells tan bonics. A més a més, quan Helena balla sardanes i prem la mà de l’home que té al seu costat, no significa allò que nosaltres ens podríem imaginar, sinó simplement que els propers passos han de ser tres cap a la dreta o cap a l’esquerra en lloc de dos.
I no obstant això, és gairebé impossible creure que l’actual generació d’Helenes realment es convertirà en un grup de Penèlopes com les seves mares; en deu anys han escombrat mil anys de disbarats en el vestir i, quan la roba canvia, tot el paisatge s’altera. Mentrestant, Penèlope continua sent, ara per ara, un model d’inèrcia, un monument al regne vegetal.
.(Text complet a
Penèlope, de John Langdon-Davies a “Dancing Catalans”).
John Langdon-Davies
Penelope
[Penèlope]a: Dancing Catalans (1929)
[Mites i felicitat dels catalans]Traducció al català d’Andrew Langdon-Davies
.
.
.
.
Mites i felicitat dels catalans
Reflexions d’un escriptor britànic sobre la Catalunya dels anys 20
Col·lecció Guimet, 23
Pagès Editors. Lleida, 1998
ISBN: 9788479354558
.
.
.