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Robert Saladrigas ens parla de Seferis, que ens diu que llegeix Homer

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AL PIE DE LAS LETRAS

MONÓLOGO CON

GIORGIOS SEFERIS

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Hace ya algún tiempo que tuve la oportunidad de mantener una prolongada charla con el poeta Giorgios Seferis, galardonado en 1963 con el Nobel de Literatura. Nos hallábamos en el apogeo de la estación veraniega. El verdor de la campiña había perdido ya el cromatismo intenso que ostenta en primavera. Los campos sedientos parecían suplicar el beneficio de la lluvia, angustiados bajo la fortaleza de un sol radiante, en rigor poco justiciero. Ha transcurrido un buen puñado de meses desde entonces. Ahora leo que el régimen griego ha negado el pasaporte a Giorgios Seferis, como represalia por la actitud hostil del poeta respecto a los cauces antidemocráticos seguidos por el Gobierno de los coroneles. Trato de imaginar de qué manera habrá reaccionado ante este nuevo golpe del infortunio político. Y tan sólo consigo reactualizar su vozarrón nervioso de hombre que rehuye el circunloquio, su hablar punzante y de inflexiones suaves, como si dominara su natural, por temor a dañar los oídos del interlocutor.

—Me separé de la política activa a raíz de los acontecimientos de mayo del 67. Aquello significó un revés brutal para todo hombre que ame la libertad, y yo no supe adoptar otra actitud que la de solicitar la excelencia. Desde entonces no le resulta fácil a un griego opinar en materia política. ¿A qué dedico tantas horas a mi disposición? Puede suponerlo. Bueno, quizá no. Escribo poco, prácticamente nada, y leo mucho. La poesía joven la conozco apenas. El poeta actual más joven que leo y releo una y otra vez, sin sentir la menor fatiga, es Homero, el único poeta auténticamente grande que ha dado la historia. Me viene a la memoria aquella frase de Chenier: «Han pasado tres mil años sobre las cenizas de Homero; y tras esos tres mil años, Homero sigue siendo respetado, sigue joven de gloria y de inmortalidad». No lo tome por chochez de viejo, pero no creo que esté usted ahora en condiciones de comprender el significado profundo que encierran estas palabras. Se necesitan años, muchos años de experiencia y sufrimientos para aprender a meditarlas pacientemente, noche tras noche, hasta dar con el secreto de su verdadera dimensión.

…..El señor Seferis estuvo adscrito durante la mayor parte de su vida a la carrera diplomática. Pasó por las cancillerías de El Líbano, Siria y Londres, y más tarde se refugió con su inconformismo en esta casita de dos plantas, de fachada encalada, que ostenta festones de ladrillo rojo en los marcos de balcones y ventanas, con un breve jardín que simula protegerla con parapetos de anémonas exuberantes, hortensias fastuosas, claveles de hojas anaranjadas y de un senderillo, que conduce hasta la verja, bordeado de rododendros floridos. Aquí medita el poeta la frase de Chenier, y relee a Homero, y se embebe con los poemas floreados de Claudel, y sus ojos negros y sus carnes ya fláccidas, restos de una orondez que va perdiendo paulatinamente sus rasgos más acusados, se estremecen al contacto con la atmósfera sólo límpida en apariencia.

—Mi poesía gira en torno a una temática obsesiva que encarna al hombre. Es así porque, a pesar de todo cuanto he vivido, creo en él, en su aptitud para transformar el mundo, para modelarlo y humanizarlo partiendo de sí mismo. El ser humano posee valores inalterables, indestructibles, que le elevan por encima de la naturaleza y le obligan a profesar, antes o después, la fe en su propia capacidad de redención. Esta fe es la única capaz de salvarlo y de salvarnos. No se trata de un sofisma, ni creo que olvido los factores negativos que condicionan al hombre, y que a juzgar por las circunstancias que coartan a mi pueblo, a las tierras vietnamitas, al martirizado Oriente Medio, a Camboya, África del Sur y tantos rincones de esta Tierra nuestra, parecen ser los únicos que gozan de poder suficiente para encauzar el destino trágico de la humanidad, pero me resisto  a creer que todo se halle irremisiblemente perdido y debamos pensar en la posibilidad de una catástrofe nuclear, que arrase nuestra civilización caduca para levantar sobre sus cenizas un mundo mejor. ¡No puedo admitirlo! ¡No puedo, eso es todo! 

…..Seferis se aferra con todas sus fuerzas al humanismo para defenderse del desaliento. Me hablaba del pueblo; de su pueblo. Y sus ojos adquirían un extraño fulgor acuoso. El sufrimiento y la humillación del pueblo le mantenían literalmente en vilo. Sabía que el lirismo constituía una pirueta inútil, un lujo improcedente en las circunstancias actuales. Me confesaba su impotencia material para escribir una sola letra. Lo entendí, naturalmente. Seferis es parte integrante del pueblo en esta su hora nona. Sufre en él y con él, y su pluma, como tantas otras, ha enmudecido para dejar que se perciba, con mayor diafanidad, el latido vehemente del pueblo griego.

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Robert Saladrigas
Revista Destino. n º 1.750 (juny 1970)

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Seferis a la Fira del Llibre (Feria del Libro) de Barcelona, del 1964
Foto: Kike Pérez de Rozas.
Destino, nº 1.415, 19setembre 1964

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L’any següent, en la mateixa secció “Al pie de las letras”, de Destino, Robert Saladrigas feia l’obituari de Seferis i el concloïa amb les següents paraules:

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…..Fue un admirador a ultranza de Homero, y, como Ulises, recorrió el mundo y extrajo de él las sustancias de las que había de nutrirse su poesía. Toda su vida, en la carrera diplomática dentro de la cual alcanzó las cotas más altas y en su comportamiento civil, constituye el claro testimonio de un liberal de secular tradición democrática. Theodorakis transformó muchos de sus poemas en canciones que el pueblo griego canta hoy con más pasión y lucidez que nunca lo hiciera. Giorgos Seferis, el Poeta, ha muerto. La nave de Ulises ha atracado una vez más en el puerto de la Isla Perdida. Grecia ha visto desaparecer un testimonio cívico de proyección internacional. Seferis, el Poeta, ha reencontrado a Homero.

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Robert Saladrigas

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