Arxius
Pasolini, en la mort d’Hèctor
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EL CRIT D’HÈCTOR A HELENO
(A Cremona el ’33)
.El grec paisatge amb el Xanto
i l’Ida, en un blau febril brilla.
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El crit d’Hèctor a Heleno, i la ferocitat
de Minerva, la deessa favorita,
em turmenten: no vull que la llança
d’Hèctor caigui en va a la sorra!
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Tot sol, a la plana polsosa,
ell es mou amb l’ardor perfecta
de l’armadura… I a mi encara
em cohibeix l’Heroi, l’Espòs, a punt
de morir, tan sol.
……………………………..En la seva mort
ara sé que al pit m’esclatava
amor..
Pier Paolo Pasolini
Carrer dels amors
Traducció de Lucia Pietrelli.
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L’URLO D’ETTORE A ELENO
(A Cremona nel ’33)
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L’ellenico paesaggio con lo Xanto
e l’Ida, in un febbrile azzurro splende.
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L’urlo d’Ettore a Eleno, e la ferocia
di Minerva, la dea prediletta,
mi angosciano: non voglio che la lancia
d’Ettore cada a vuoto sulla rena!
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Solo, nella pianura polverosa,
egli si muove col perfetto ardore
dell’armatura… E a me fa ancora
soggezione l’Eroe, lo Sposo, in punto
di morte, così solo.
…………………………….Alla sua morte
ora so che nel petto mi esplodeva
amore.
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Pier Paolo Pasolini
(Via degli Amori, 1946)
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Quaderns de Versàlia, VI
Sabadell, 2016
ISBN : 9788461752133
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«Adiós, Helena de Troya», de Germán Gullón
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Adiós, Helena de Troya
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A veces el destino juega con nosotros desde la misma cuna, a Helena de Troya se la hizo fina. Su madre eligió esa Helena con h, de tan escaso recibo, porque la señora de la casa donde había servido en Jerez usaba unos productos de Helena Rubinstein. La doméstica pasó siete años admirando los anuncios de la susodicha firma en las revistas de doña Rosa, las señoras lindísimas, palabras del culebrón televisivo de sobremesa, qué porte, qué cutis, y todas parecían divinas. Además, como ella se llamaba Higinia, lo de ponerle una hachecita a Elena, ni se lo planteó dos veces. Al niñato del registro civil le tuvo que sacar el genio, porque salió con el patatín y el patatán que desde Homero y el código civil, y ella gritó con los bríos heredados de su madre, sardinera de Santander, que hizo al chupatintas repetirse acobardado toda la tarde aquello de por qué cono me meteré en camisa de once varas.
De harina de muy otro costal procedía el apellido. El hombre de la Ginia, un conocido zote, Lorenzo, nunca había servido para mucho. Ya en la mili el alférez de complemento de Zamora, a quien servía de ayudante, le caló, Lorenzo, Lorenzete, tú sólo sirves para hablar de titis, eres un papanatas emporrado. El tal milite, doctor en medicina por Salamanca, le predijo así el futuro, como si leyera en la bola de cristal de Zuque, el mago de Melilla. El Loren regenta ahora una mísera lechería, donde se despachaban las leches enteras, semis y des, y también cocas, fantas, yogures, y otras cuatro chucherías. La vida se le fue piropeando a las criadas del barrio. Jerónimo, un estudiante de derecho, que se pegaba atracones de Hacienda Pública por las noches, y residía en el primer piso en cuyos bajos tenía la cueva lechera el fulano, nunca se metía en la cama hasta las ocho de la mañana, cuando pasaba la primera oleada de furia piroperil del Lorenzo. Al igual que los fumadores al levantarse por las mañanas sufren accesos de tos, Lorenzo cuando levantaba el cierre de la lechería se le afinaba el pico. ¡Chica, qué guapa vienes! ¡Marisa, estás que lo derramas! ¡Adiós niña, hoy ni saludar, tendrás miedo a que el novio te vea conmigo! ¡Ay, si te cojo! Alguna vez, en la primavera o comienzos del verano, cuando la sangre corría con mayor desembarazo, el Loren especificaba mejor los encantos femeninos, empleando una voz gorda, grave. En varias ocasiones, cuando se amostazó la patrona, se armó la de Troya.
Y hablando de Troyas. Todo fue culpa del padre, de Manuel Antonio, el Tonete, progenitor del lechero de Higinia, que las palmó sin haberlo reconocido, y el Lorenzo estuvo a punto de morir en el arroyo, porque su mamá, Ángela, lo que menos necesitaba era un rorro, precisamente cuando el Loren asomó un cogollito de pelo negro grasiento por donde nacen los niños. En ese preciso momento la Gela se cagaba, entre ayes, ay, ay, ay, en todos los santos, diciendo llevaros a eso de mi vista, pues lo único que ha hecho es joderme, como el cabrito de su padre. Total, Lorenzo nació con la cruz en la frente.
Una amiga de la Gela se lo llevó a Sevilla, con el fin de colocarlo, porque tenía un corazón de oro, o mejor dicho, con el relleno que dicen tiene el de la sagrada familia. Tanta bondad y buena fe la condujo al Palmar de Troya, guiada por un tal Juan Izquierdo, sujeto avisado que llegó a ser medio obispo de un tinglado espíritu-religioso. Gustaba de presentarse en público emulando a José (Juan), María (Gela), y el Niño (Lorenzo). Cuando la Guardia Civil vino un día exigiendo papeles, Loren quedó asentado con el nombre de Lorenzo de Troya, y de ahí el Helena de Troya.
Lo del nombre pasó desapercibido hasta que en la escuela un maestro, que había asistido a las clases de Agustín García Calvo en la Universidad de Sevilla, buen conocedor de la literatura clásica, levantó la liebre. De nuevo ardió Troya, porque la Helena dijo que nanay de guerras y complicaciones, y trazó con tino seguro su genealogía, de Higinia a los anuncios de la Rubinstein, una mujer que nunca envejecía, nunca se la conoció ningún lío, y que se la podía conocer mirando un retrato suyo en el escaparate de la farmacia de la plaza mayor. La cosa quedó ahí, únicamente el lechuguino, que una vez al mes peregrinaba a cierto piso de la calle de la Ballesta de Madrid a tomar clases de alemán del maestro García Calvo, cuando pasaba lista, tras leer Helena de Troya levantaba la cara hacia ella con una media risita; la alumna se decía para sí: vaya cara de gilipollas que pones, macho.
Con tales antecedentes nadie se sorprenderá de saber que Helena de Troya acabó siendo oficial de aduanas, destinada en la frontera hispano-francesa. El trabajo era fácil; sólo cuando había alarma de droga, un día sí y otro también, o de atraco en un banco próximo a la divisoria, se complicaba la cosa; la verdad, los franceses le tienen miedo hasta a su sombra, y les gusta sacar la autoridad, especialmente a los polis de intervención rápida, los fardones que van vestidos a lo estarwars. Desempeñaba sus funciones emparejada con un compañero francés, Héctor Fournier, un rubito de ojos azules bastante majete, agradaba verlo con su uniforme bien planchado. Desde el primer día que les presentaron, Helena a partir de ahora trabajaremos en pareja, un aduanero español con uno francés, se cayeron bien, ella incluso dijo: encantada. Notó enseguida que Héctor la prestaba poca atención, y que ninguna postura, inclinarse hacia delante para que el culito quedara bien levantado, los infalibles, según la revista Cosmopolita, puñetacitos en el pecho (le faltaban los pelazos negros) para excitar al macho, o arrastrarle por el brazo para que perdiera el equilibrio y tuviera que agarrarse a algo sólido, nada. Héctor sonreía como los políticos, sin sentir ni frío ni calor.
El trabajo, aparte de las alertas de alijo de droga, era sencillo: a los europeos, pista libre, al resto registro e intimidación. Los que se aproximaban al perfil robot del sospechoso confeccionado por Europol, comprobación de la identidad y registro de la persona y de las pertenencias. El procedimiento a seguir, repetido por los instructores de la escuela de aduaneros millones de veces, se reducía a: identificar a los sospechosos aplicando el perfil, cabello negro y rizado, sospechoso; si venía acompañado por ojos negros y mirada desafiante, a ésos interrogatorio; bájese del camión, y pase a la oficina, por favor. Sentarles, pedir documentación, verificar su autenticidad, y pase a la habitación. Tras un par de minutos entrar y cachear al sospechoso.
Literalmente ardió Troya el día en que Helena y Héctor cacheaban a un tal París Maujab, un jovencito moreno, de mirada penetrante, que no se ajustaba al perfil, por tener el pelo liso y escaso, pero que Héctor insistió en que sí. Sin discutir, Helena le dijo alce los brazos, y cuando empezó a cachear le miró a los ojos, notando que se le ponían brillantes, entonces vio que Héctor tenía los suyos cerrados y pasaba su mano ¡por el culo! del individuo en cuestión. ¡El muy maricón! Lo sospechaba, pensó Helena. ¿Por qué me lo ocultó? Sin pensarlo dos veces prosiguió el registro, pero le metió la pierna entre las suyas al registrado, apretándole suavemente al bulto, y se acercó a él, hasta notar su agradecimiento.
Al terminar el cacheo, Héctor rellenaba parsimonioso y funcionarial una forma. ¿Encontraste algo? Ella miró a París Maujab, y no contestó. Puede irse, señor Maujab, dijo Héctor. Salimos al mismo tiempo de la oficina, y esa noche en Biarritz, en el aparcamiento para camiones, La Fleur d’Occident, durante un cacheo menos profesional del sospechoso para entender por qué Héctor se detuvo donde lo hizo se escuchó: Yo tampoco discrimino, me gusta tanto lo que mira al sur como lo que mira al norte.
París insistió en que lo acompañara de rutera, ella contestó que la obligación la mandaba incorporarse al trabajo, añadiendo que cada vez que cruzara la frontera preguntase por Helena de Troya, y que lo atendería con cariño y amistad.
El destino las juega que pa qué. París acabó convenciendo a Helena, y terminó llevándosela a su país. Hoy la conocen con el nombre de Helena Maujab, y sus hijos se parecen al padre, heredaron también el talento para las lenguas. El maestro recomienda que el mayor estudie latín y griego, enorme trastorno porque la única escuela está a quince kilómetros de la casa. Héctor, que también abandonó los líos de las fronteras, y funge de administrador del negocio de transportes, Mercancías Maujab, se ofreció con su amabilidad habitual a llevarlo todos los días, o si no que lo haría Mohammed, su compañero. La pequeña Salomé de momento no se descose de las faldas de la madre.
París sigue cruzando fronteras, a veces descansa nostálgico en La Fleur d’Occident, y nunca deja de congratularse por la suerte de haber encontrado un talismán como Helena. Ella, a su vez, todavía se derrite cuando la llama por su nombre, y desde la cabina del camión, con el pelo algo más ralo y luciendo unas gafitas con marco de metal, con lo que recuerda a Salman Rushdie, le dice sonriendo moruno: Adiós, Helena de Troya.
(Una sesión continua de Los diez mandamientos y Le chien andalou complementan la lectura anterior. Si hubiese que poner una ilustración al cuento podría utilizarse alguna imagen abstracto-paródica pintada por Salvador Dalí o, mejor, cualquiera de las imágenes de Salomé que tanto les gustaban a los modernistas.)
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Germán Gullón
Adiós, Helena de Troya.
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Adiós, Helena de Troya
Col. Ánfora y Delfín, 796
Ediciones Destino. Barcelona, 1997
ISBN: 9788423328482
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Troia vista des l’Islàndia. Gerður Kristný
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TRÓJA
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Borgarmúra ber við
blindan himin
guðirnir hafa snúið
við mér baki
þeir æsa gegn mér
ógnarher
hamstola múg
úr myrkri
Strengd um hælinn
húð yfir heitu blóðibrýni sverð mitt
á beinum óvina
svo hegg ég hælinn afTek fram hnífinn er sólin sest
sofið bara, nú tálga ég hest.
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Gerður Kristný.
.TROY
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Battlements rise against
the blind sky
The gods have turned
their backs against me
a mighty army
a frenzied throng
of darknessSkin stretched over
the heel’s hot bloodI whet my weapon
on the bones of my foes
then hack off the heelDraw my knife as the sun sets
sleep now, I’ll hew you a horse
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Traducció de Victoria Cribb.
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TROIA
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Les muralles s’alcen sota
el cel orb
Els déus
m’han girat l’esquena
un poderós exèrcit
una multitud frenètica
de fosca
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La pell tensa sobre
la sang calenta del taló
Esmolo la meva arma
en els ossos dels meus enemics
i li tallo el taló
Empunyo la daga quan el sol es pon
dorm, que et faré un cavall
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SIGURGLEÐI
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Bóndi ekur vígreifur
um sveitina
með dauða tófu á húddinu
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Hann sat um grenið
inni í jeppanum
svo dýrið fyndi bara
lykt af bensíni
ekki manni
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Enginn minnist á
Akkiles eða Hektor
og sjálf get ég
setið á mér
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Gerður Kristný
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TRIUMPH
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The farmer drives gloating
through the district
vixen dead on the hoodHe laid siege to her lair
in his jeep
so the animal smelt
the stench of petrol
not manNo one mentions
Achilles or Hector
and I know how to
hold my tongue
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Traducció de Victoria Cribb.
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TRIOMF
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El conductor condueix exultant
a través del districte
amb una guineu morta sobre la capota
Ha posat setge al seu cau
en el seu jeep
i així l’animal ha flairat
l’olor de gasolina
i no la d’home
Ningú no menciona
Aquil·les o Hèctor
i jo sé com
mossegar-me la llengua.
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Parnassus. Modern Poetry in Translation
Third series. Number Seventeen
Edited by Davis & Helen Constantine
Poetry Parnassus.London, 2012
ISBN: 9780955906497
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Príam i Hèctor, segons C.J.Cela, seguint uns dibuixos de Picasso
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EL NOBLE ANCIANO
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¡Qué amigo de sus amigos!
¡Qué señor para criados
………………..y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforçados
………………..y valientes!
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Jorge Manrique
Coplas por la muerte de su padre
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Príamo, el noble anciano rey, no ama la guerra. Príamo, el de la lanza gloriosa, no combate. Príamo sabe que Antenor está en lo cierto al proponer que Helena sea devuelta a Menelao, su esposo. (En forma de dulcísima yerba del monte, Antígona reclama a gritos su derecho a la esperanza.)
Sobre el cielo de Troya arde el dolor cuando Príamo, el noble anciano, entierra a su hijo Héctor, joven cazador de héroes alanceado por Aquiles, el vengador de Patroclo. Sobre el hueco vientre de Hécuba — reina que se convertirá en sierva, madre que se verá apartada de sus hijos— retumba el sordo tambor del funeral. (En forma de dulcísima y soberbia loba del monte, Electra reclama a gritos su derecho a la última venganza.)
Príamo, el noble anciano, llora en presencia de la destrucción: esa ruin estupidez sangrienta. (Los poetas épicos —los haraganes, los pordioseros, los débiles poetas épicos— piden limosna en verso heroico, bailando al son de los pífanos del vencedor, mientras la tropa arrastra, ignorando la gloria que le atribuyen, sus cadenas de hambre, de tedio o de indiferencia: hacéis un desierto y le llamáis la paz [Tácito] pero la aureola que corona vuestras cabezas no está tejida con hebras de oro sobre las que brilla el sol, sino que hiede a lívido fuego fatuo del cementerio. La guerra hace los ladrones y la paz los ahorca: las putas y los barberos, a la vejez os espero: algún día lucirá la paz en los campos de Troya.)
* * *
Antígona, la hija de los pintorescos escarceos de Edipo y de Yocasta, es pura y dolorosa, heroica y rebosante de misericordia (igual que un vaso colmado, lágrima a lágrima, de licor).
Electra, la hija del sadomasoquista trajín de Agamenón y Clitemnestra, es virgen y dolorosa, iracunda y eterna víctima y verdugo del tupido juego de odios y atroces galanterías que la envuelven (igual que un manto reposado, minuto a minuto durante largos siglos, sobre la carne).
Príamo, el noble anciano, llama «hija mía querida» a Helena, ¡después de la que armó! El mundo anda muy revuelto y el eco de los padres se confunde, a veces, con el inútil ladrar del gozquecillo faldero: del chucho que duerme, con la lengua fuera, bajo (que no sobre) la falda. Príamo, el noble anciano, sueña con morir (ante el altar de Zeus o donde fuere) sin tener tratos con Queequeg, el raro marica que arponeaba ballenas y se adornaba con cabezas humanas.
— ¡Tragaos vuestras demoníacas mañas igual que el condenado a muerte traga saliva, igual que traga el enfermo la soledad! ¡Quiero la vida de mis enemigos no para cortarla, como la mies madura, sino para oirla respirar y latir, como el aliento de las bestias! ¡Guardad bajo siete veces siete llaves la noticia que ni me importa siquiera! ¡Han muerto ya muchos de mis hijos en el combate y de su muerte nada (ni la salvación de la patria, ni la gloria eterna) me compensará! ¡La feroz y mantenida destrucción puede ser un buen lema caníbal pero no troyano! ¡Estoy harto de ver la sangre de los hombres corriendo sobre la agostada sementera! ¡Nada quiero y todo lo que me pertenece —hasta la vida— lo doy a cambio de la paz! ¡Sean mi corona y mi cetro para quien mejor los sepa ganar! ¡Sea mi corazón para el fuego, ya que no tengo poder bastante para entregarlo al olvido! ¡Sea mi caballo Frontalatte para el caballero Sacripante! ¡Sea mi espada Balisarda para el paladín Roldan! ¡Sean mis hijas para el tálamo del vencedor o para la tumba del héroe muerto! ¡Sea para mi voz, la paz!
Príamo, el noble anciano, con la cabeza levantada y en los ojos el radiante fulgor de la majestad, llamó aparte a Neoptólemo, alias Pirro, príncipe mirmidón, hijo de Aquiles.
— Neoptólemo, hijo de Aquiles, el esforzado, y de Deidamia la gentil, princesa de Esciro: los dioses han dispuesto que la moneda al aire de mi vida pinte en la inexorable y pálida cara de la muerte.
Príamo, el noble anciano, mudó el tono de su voz.
— ¿Te acuerdas, Neoptólemo, de la fábula que Esopo tituló La rana y los niños? Si haces memoria, podrás escuchar aún la estremecida palabra de la rana: —Esto que para ti, niño, es un juego, para nosotros, las ranas, es la muerte. ¿Recuerdas ahora?
Príamo, el noble anciano rey, volvió al enfático acento del hilo de su discurso.
— A ti entre todos, Neoptólemo, he elegido para el histórico trance de mi muerte. Mi hijo Paris mató a tu padre Aquiles. El hijo de Aquiles, para que las estrellas sigan rodando por el firmamento, debe dar muerte por su propia mano al padre de Paris. Dentro de nueve lunas (para que en la caldera de mi corazón cobre forma la criatura de la caridad) te esperaré ante el altar de Zeus Herceo. Iré sin armas, para no herirme al caer.
En el cielo la novena luna, Neoptólemo mató a espada a Príamo, rey de Troya. Tuvo que darle dos tajos: el primero en la cara (que se la dejó como una calabaza) y el segundo en el cuello (que le separó la cabeza del tronco, salpicando de sangre hasta los más altos capiteles).
A Príamo, el noble anciano rey, lo lloraron amigos y enemigos, y sobre el mundo de tirios y troyanos revolaron los cien cuervos del luto.
* * *
De la floresta nacen, como melodiosos suspiros, las delicadas notas del salterio. Una dulce voz femenina entona las alabanzas del rey muerto, y el bronco coro de guerreros le responde. Está amaneciendo. (Todos los personajes de la acción se cubren con el antifaz.)
— ¡Qué amigo de sus amigos! ♠ (El rey Artús, Carlomagno.) ♠ ¡Qué señor para criados ♠ y parientes! ♠ (El Caballero de Olmedo ♠ y Aspromonte.) ♠ ¡Qué enemigo de enemigos! ♠ (Príamo a todos perdona.) ♠ ¡Qué maestro de esforzados ♠ y valientes! ♠ (Los guerreros de su campo ♠ y el ajeno.)
En las ondas de la mansa mar sobrecogida, las sirenas lloran y lloran mientras los pescadores —la cara en las ambas manos— se ciegan para mejor oir el canto de la paz que resuena, por encima de los montes, en loor del rey que supo amarla.
28 – XI – 61
Camilo José Cela
Gavilla de fábulas sin amor
Tranco segundo: La historia troyana
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POR LA CIUDAD, NO POR HELENA
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¡O triste yo, sin ventura!
¡Un amor tan deseado
la muerte, que non se cura,
avérmelo así robado!
¡Maldito sea aquel día,
Archiles, en que nasciste!
Buen Ector, ¿qué te fazía,
que tanto mal me feziste?
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Marqués de Santillana
El planto que fizo Pantasilea
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Héctor combate por la ciudad, no por Helena. Héctor es la imagen misma del deber. Héctor sabe que Aquiles vengará a Patroclo, pero Héctor, en defensa de la ciudad, le corta el joven chorro de la vida. Todo salió según estaba escrito y Helena, ante el cadáver de Héctor, su cuñado, llora al más justo de los hombres. Pentesilea, reina de las amazonas y secreta enamorada del guerrero muerto (¡O triste yo, sin ventura! ♠ ¡Un amor tan deseado ♠ la muerte, que non se cura, ♠ avérmelo así robado! ♠ Buen Ector, ¿qué te fazía, ♠ que tanto mal me feziste?), maldice al capitán a cuyo embate también ha de suéumbir (¡Maldito sea aquel día, ♠ Archiles, en que nasciste!)
Paris, el amoroso, hiere al matador del hermano de un certero flechazo en el talón (el único punto de su cuerpo no mojado por el agua de la laguna Estigia) y lo remata, ya en tierra, de un tajo que le abre el pecho en dos. (Las palomas de Grecia chillaron, aquel día, como el gavilán.)
Andrómaca ha visto ya morir en la punta de la espada de Aquiles a su padre Eeción, el rey de Tebas, y a sus siete hermanos. [Y a su madre, atravesada por el dardo de la amargura.] Ahora sabe que Héctor, que es para ella «padre y madre venerables, y hermano, y esposo florido», también ha de caer ante Aquiles, y le llora —aún vivo y en su propia casa— como si muerto fuera.
Héctor, el sensato, no cree que los griegos luchen por el rescate de la bellísima esposa de Menelao, rey de Esparta. Paris, el príncipe que tañía la lira y pastoreaba ovejas, no raptó a Helena a la fuerza: que se vino con él enamorada y de grado y buena voluntad. Héctor piensa que Zeus provocó el combate, deseoso de aligerar la tierra del peso de tanto hombre como amenaza hundirla. Eris, la diosa de la discordia, fue sólo su instrumento. Hermes se llegó hasta las praderas del Ida, en pos de Paris: el príncipe músico y gañán. Él debe decidir a cual de las tres diosas [o cortesanas, al decir de Antíclides], Afrodita, Hera o Atenea, debe dársele la manzana que Eris, despechada porque no la habían invitado, arrojó sobre el cortejo nupcial de la nereida Tetis, la de los pies de plata como la espuma de la mar, y de Peleo, el cazador de bestias.
tum Thetidis Peleus incensus fertur amore,
tum Thetis humanos non despexit hymenaeos,
tum Thetidi pater ipse iugandum Pelea sensit.
Paris elige a Afrodita, la diosa del amor y de la hermosura, quien le enseña —en premio a su gentileza— las mañas que le brindarán, como un puntual presente, la pasión de Helena.
— No es preciso raptar —piensa Héctor, el prudentísimo— a una mujer que desea ponerse de camino. Menelao y los capitanes griegos bien lo saben, aunque el orgulloso silencio selle sus bocas. Si el poderoso Zeus piensa que sobran hombres pegándose, como la lapa a la roca marina, a la piel de la tierra, a nosotros los troyanos nos toca demostrarle que no somos los que debemos desaparecer.
Héctor, el aplomado, no es un guerrero brillante: que es un soldado eficaz. Héctor, el discreto, sabe pelear pero ignora las arrebatadoras artes de la arenga. Héctor es la viva imagen de la acción: la leal estampa del hombre que defiende la misma tierra que pisa (la ciudad de Troya). Héctor, el sereno, sabe que la lanzada que mata por la patria es el glorioso pasavante de la última navegación. (La dulcísima Tecla von Wallenstein, la flor del corazón de Max Piccolomini, pudo haber pensado que se sabe a ciencia cierta todo lo que se cree con los ojos cerrados y los pies juntos.)
* * *
Héctor, que pelea con el pecho al aire —como el azor—, se cubre el cuello con una breve y herrumbrosa cota en figura de mágica mano de Fátima; poco le defiende —cierto es— pero Héctor, que nació para morir en la guerra, no ignora que de nada vale querer vivir un solo día más de los dispuestos por el inexorable destino.
— ¡Sálvese la ciudad, que es lo eterno: perezcan los efímeros hombres en su defensa! ¡Que el todopoderoso Zeus vea, con sus propios y fuertes ojos, que los troyanos no volvemos la cara al deber! Paris, mi gracioso hermano, nació para el amor y la música y la cortesía. Cada cual es hadado por los sabios dioses a un fin previsto y nadie debe nadar a contracorriente de los divinos deseos. Admiro en Paris, mi hermano, su galana apostura, la belleza y el ritmo de sus facciones, el noble aliento de sus lides de amor. Otro es mi rumbo, más espinoso pero no menos noble ni necesario.
Héctor, sentado entre sus soldados y con una copa de vino en la mano, siguió hablando con muy evidente seriedad.
— Pero os equivocaríais de medio a medio si pensaseis que Paris, mi apuesto hermano, es incapaz de empuñar las armas con igual arrojo y valentía que el más valiente y arrojado de vosotros. Os diré más (servidme vino, d’Artagnan, y desarrugad el ceño que os preocupa): cuando Aquiles se haya cobrado en mi sangre el precio de la derramada sangre de Patroclo, será Paris, con su certera puntería, mi único vengador. Recordad siempre las palabras que acabáis de oir.
Los guerreros, con el mirar clavado en el suelo, guardan silencio. Ninguno de ellos hubiera osado contradecir a Héctor, pero ninguno de ellos, tampoco, cree que sus palabras estén lastradas de verdad sino de amoroso y bien medido y sopesado afecto.
* * *
Cuando Aquiles, con las armas nuevas que Vulcano le forjó por orden de Tetis, derriba —mortalmente herido— a Héctor, el predestinado, el cielo de Troya se cegó de dolor.
Héctor, en la agonía (la que fue soberbia y desafiadora cresta de gallo de pelea, flaccida ya y derrotada sobre el duro suelo), aún tuvo tiempo de mirar para los recios muros de Troya, las altas piedras condenadas a ser, mientras la tierra dé vueltas, polvo de las sandalias caminantes.
29 – XI – 61
Camilo José Cela
Gavilla de fábulas sin amor
Tranco segundo: La historia troyana
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[…] la intención de Cela no consiste, de ningún modo, en llevar a cabo una «écfrasis». Esto se debe al hecho de que la «ilustración verbal» de Cela no es fiel, pues no respeta el dibujo. Aparenta inspirarse en él, pero acaba casi siempre por parodiarlo. Es decir, el dibujo (pre-texto visual) se aprovecha como punto de partida de un minirelato que no es ecfrásico sino, a lo sumo, un simulacro de écfrasis. Esta simulación, o sea, la decepción intencionada de la expectativa –por parte del lector- de estar ante la descripción seria de aquel dibujo que se ha impreso al principio del relato, la podríamos considerar una técnica seudoecfrástica.
Creemos, no obstante, que lo esencial de la relación texto/imagen en Cela no está en la descripción, sino en el comentario. De hecho, no vemos a Cela en la tradición de la écfrasis, sino de la emblemática. Como es sabido, el emblema resulta de la combinación de una imagen (pictura) con un lema (inscriptio) y un comentario (suscriptio). Durante el Renacimiento y el Barroco, el comentario tiene la función de aclarar el significado de la imagen. En muchos casos se le atribuye un significado simbólico, moral o didáctico. De todos modos, la pictura y la suscriptio forman un todo homogéneo y persiguen la misma intención semántica. Y esto, precisamente, no es el caso en la combinación de pictura y suscriptio que hay en el relato híbrido de Cela. El comentario celiano no es leal, sino irónico y burlesco. Explica, a lo sumo, un aspecto periférico de la imagen y se dedica, por lo demás, a minarla y subvertirla. Esta falta de solidaridad entre comentario e imagen es el rasgo constitutivo de lo que podemos denominar seudoemblema celiano.
En su famoso ensayo Laocoonte (1756), Lessing expone —simplificamos aquí la argumentación— que lo específico de la pintura (arte simultáneo) es la descripción, mientras que lo específico de la literatura (arte sucesivo) es la narración. Cuando un pintor quiere representar una acción, lo debe hacer —según Lessing— mediante el «momento fecundo», o sea, debe pintar una escena que permita extrapolar un antes y un después. Cuando, por un lado, un escritor como Homero, quiere describir un objeto suele renunciar a la abrumadora enunciación de rasgos característicos y narra, en lugar de ello, la génesis o producciónd el objeto (por ejemplo, un escudo).
Cela, en sus relatos seudoemblemáticos, hace algo parecido. No recurre a la descripción de la imagen (lo estático), sino a su narrativización (lo dinámico). Es decir, la imagen se convierte en acción. Como hemos dicho, el término “relato seudoemblemático” lo utilizamos tan sólo si la imagen es un dibujo, un grabado o un cuadro. (Los relatos basados en fotos funcionan d emanera distinta y se tratarán en un capítulo aparte). Hablamos, pues, de textos “seudoemblemáticos” cuando nos referimos a libros como Gavilla de fábulas sin amor, Once cuentos de fútbol y El solitario.
1.2.- Gavilla de fábulas sin amor
La primera colección de relatos seudoemblemáticos se publica en 1962 bajo el título Gavilla de fábulas sin amor. Tenemos poca información acerca de la génesis del libro. Lo que sí sabemos, es que, en 1960, Cela viaja a Cannes para enseñarle a Picasso el número monográfico de Papeles de Son Armadans dedicado al pintor malagueño. Picasso está encantado y hace “un dibujo diferente en cada uno de los ejemplares destinados a los colaboradores del homenaje” (Cela Conde 2002: 127). Cela toma enseguida la decisión de escribir textos sobre los dibujos de Picasso y reunirlo todo en un libro. Al poco tiempo, el pintor da su consentimiento. Aunque el ministro de información (Arias Salgado) prohíba la publicación por el carácter presuntamente pornográfico de los dibujos, con la toma de posesión del cargo por Fraga, en 1962, el libro puede salir.
Gavilla de fábulas sin amor consta de dos partes. Algunos dibujos de la primera parte, a pesar de su carácter no mimético, se pueden relacionar con aquellas personas que estuvieron en los encuentros de Cannes. La segunda parte es, recpecto del tema, más homogénea porque Cela trata, en los correspondientes relatos, de la mitología griega y la guerra de Troya. […]
Christoph Rodiek
Del cuento al relato híbrido: en torno a la narrativa breve de Camilo José Cela
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Gavilla de fábulas sin amor
Ilustraciones de Picasso
Museo Secreto
Ed. Alfaguara. Barcelona, 1965
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Els focs dels troians a la planúria i les estrelles. «Il grande racconto delle stelle», de Piero Boitani
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Piero Boitani, que tantes aportacions ha fet en el camp de la recepció clàssica homèrica (només cal citar els seus “L’ombra di Ulisse” i “Sulle orme d’Ulisse“), ens obre, amb el seu “Il grande racconto delle estelle” (2012), l’univers, mai millor dit, de la volta celeste, dels estels, i el seu tractament al llarg dels temps, en les diferents cultures i civilitzacions, en la literatura i en l’art.
Una veritable joia de llibre, de lectura apassionant i edició acurada, que s’inicia, com no podia ser d’altra manera, amb la Ilíada:
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I Troiani stanno per vincere la Guerra. Assediati, portano ora la battaglia, soto la guida di Ettore, nella pianura fra la città e il mare, quindi, verso la riva dove i Greci hanno tirato a secco le navi. Invano questi ultimi costruiscono un muro a difesa de loro accampamento. All’alba, la battaglia, dopo una breve tregua per la sepoltura dei morti, riprende furibonda. Quando il sole giunge «alla metà del cielo», Zeus solleva la sua bilancia d’oro tenendola al centro, ed ecco le sorti degli Achei inclinano verso il basso, mentre quelle dei Troiani s’alzano “nel cielo spazioso”. Il più grande degli dèi tuona dalla cima dell’Ida e scaglia un lampo di fuoco sull’esercito greco. Agamennone, Idomeneo, i due Aiaci non riescono più a rimaner saldi, persino Ulisse se la dà a gambe verso le navi. Per un po’, resiste Diomede, poi anche lui è costretto da Zeus alla ritirata.
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Els Troians són a punt de guanyar la Guerra. Assetjats, duen ara la batalla, sota la guia d’Hèctor, a la planúria entre la ciutat i el mar, i d’aquí cap a la riba on els Grecs han avarat les naus. En va aquests darrers construeixen un mur de defensa del seu campament. A l’alba, la batalla, després d’una breu treva per a la sepultura dels morts, reprèn furibunda. Quan el sol arriba “al bell mig del cel”, Zeus alça la seva balança d’or, prenent-la pel mig, i heus ací que la sort dels Aqueus s’inclina cap avall, mentre que la dels Troians s’alça “cap al cel espaiós”. El més gran dels déus retrona des del cim de l’Ida i llença un llamp de foc sobre l’exèrcit grec. Agamèmnon, Idomeneu i els dos Aiants ja no són capaços de resistir, i fins i tot Ulisses fuig a gambades cap a les naus. Per poca estona resisteix Diomedes, i fins i tot ell és obligat per Zeus a la retirada.
Hèctor enfureix, conduint els Troians fins sota el tancat grec. Hera i Atena intenten de socórrer els Grecs, però Zeus, airat, les atura, mostrant per primera vegada el pla que té en ment: fer de manera que Patrocle, l’amic d’Aquil·les, entri en batalla i resulti mort per Hèctor, de tal manera que Aquil·les, abandonant la seva ira, retorni al camp de batalla i, eliminant Hèctor, doni el tomb definitu a la Guerra. Els Troians avancen encara, però el sol es capbussa a l’Oceà, amb el seu raig esplendent, «portant fosca nit sobre els camps fecunds». Hèctor, aleshores, aplega els seus homes, i s’hi adreça amb un discurs: cal obeïr “la fosca nit” (de nit, segons l’ethos de la Ilíada, no es combat), preparar el sopar fent portar viandes i vi de Troia, encendre focs per impedir que els Grecs s’embarquin d’amagat. Al matí, per tant, l’atac reprendrà i serà decisiu. Els Troians aclamen, treuen els arreus als cavalls, fan portar pans, vaques, ovelles i vi de la ciutat, recullen llenya, encenen els focs, rosteixen els animals.
Restaren, els Troians, “tota la nit al llarg dels senders de guerra / forjant grans esperances”. Molts focs foren encesos, canten els darrers versos del llibre VIII de la Ilíada:
Com quan els estels en el cel, entorn de la lluna esplendent,
apareixen en ple fulgor, mentre l’aire és sense vent;
i es perfilen totes les penyes i els cims dels colls i les valls;
i un espai immens s’obre sota la volta del cel,
i es veuen tots els estels, i se li omple de joia el cor al pastor:
talment les fogueres resplendien entre les naus i el curs del Xantos
quan els Troians encengueren els focs davant la murada d’Ílion.
És la primera imatge que dels estels ens ofereix la literatura occidental, entre el segle IX i el VIII a.C, fa tres mil anys. I és un símil extraordinari. Perquè Homer s’hagués pogut limitar a dir, funcionalment (com fa la Bíblia, com tan tants d’altres): els focs eran tants com estrelles hi ha al cel. Per contra, dissenya un Nocturn incomparable, que s’obre poc a poc vers l’infinit. Primer els estels fulgents entorn de la lluna lluminosa, després l’aire sense vent, aleshores els perfils que es dibuixen: un horitzó, un confí: penyes, cims i valls. Un salt, aleshores: aquell aire esdevé «immens», infinit («indicible», segons el significat de l’original), i retornen encara els estels, tots visibles, i compareix de sobte un espectador inesperat: un pastor que amb la Guerra té ben poc a fer. Ell frueix en la seva ànima: perquè, imaginem, contempla l’espectacle de la volta celeste i en gaudeix.
La presència de l’observador introdueix en el símil una percepció protoestètica, la joia de la bellesa. Més aviat, del sublim, perque l’infinit més enllà de les roques i de les valls, i l’inefabilitat, són trets típics no del bell, sinó, com segles després observarà l’Anònim, propis del Sublim. Que, precisament, eleva el cor, l’allarga, el fa vibrar. S’entén per què aquesta imatge havia fascinat Leopardi des de l’adolescència: la menciona en els Ricordi, la cita en el Discorso di un italiano sulla poesia romantica, n’està inspirat a Saffo, a la Sera del dì festa, en el Canto notturno di un pastore errante dell’Asia. Però què hi fa a la Ilíada, el poema de la Guerra i de la força? Serveix, s’entén, per dissenyar un cosmos on no regna el conflicte sinó l’harmonia. Potser lliga amb aquell “cel espaiós” cap al que, just a l’inici d’aquest llibre VIII, s’alçava la sort dels Troians en la balança de Zeus: i que, per demés, feia alimentar als Troians “grans esperances”.
Potser, però, hi ha més. Provem d’arriscar una hipòtesi poc ortodoxa. Si Hèctor, desafiant els costums, hagués ordenat prosseguir l’atac, hagués probablement pres el camp enemic. Aleshores el seu hagués estat un Blitzkrieg realment irresistible. Potser els Troians haguéssin guanyat la guerra. Però Hèctor s’atura. No només perquè de nit no es combat. No només perquè Troia està destinada a perdre aquell primeríssim conflicte mundial. Sinó potser, sobretot, perquè Homer, obeïnt a una llei més gran encara, aquella de la poesia, ha de cantar la nit i els estels i el cel infinit: el bell, el sublim. El ancians d’Ílion, quan veuen Helena aparèixer sobre la muralla, queden corpresos per la seva bellesa suprema i diuen: «Certament no hi ha raó de blasme, si per aquesta dona fa temps / que Toians i Aqueus de belles gamberes suporten dolors: / malauradament el seu aspecte és semblant al de les dees immortals». Si nosaltres fóssim vells i savis com ells hauríem de reconèixer que —juntament amb el Fat, en els plans de Zeus, en les intervencions de la divinitat i en les accions i els errors dels homes—la bellesa del cosmos, dels estels, de la lluna, dels perfils de la crosta terrestre, tenen un paper essencial en la desfeta de Troia. «Certament no hi ha motiu de blasme», hauríem de dir, «si per tal visió a la fi els Troians / veieren Ílion destruïda, reduïda a cendres i brases: / malauradament té un aspecte semblant a la divinitat immortal». I segur que estarà d’acord amb nosaltres el pastor.
Perquè nosaltres puguem mirar els estels, Troia perd la Guerra. Potser val la pena. La visió del cosmos té una importància fonamental a la Ilíada. Quan, mort Parocle, Aquil·les decideix retornar a la batalla, li calen noves armes, perquè les velles les hi ha pres Hèctor al despullar el cadàver de Patrocle. En el llibre XVIII de la Ilíada, llavors, la mare d’Aquil·les, Tetis, implora a Hefest que les forgi. El ferrer dels déus es posa mans a l’obra i produeix tot seguit un escut admirable. En el qual, com si fos un espill del món, hi són dramàticament representades dues ciutats (una, florida, en pau, on s’hi celebra un judici; una altra, assetjada, capturada en els territoris de la guerra), i el camp, amb els seus ramats, cavallades i vacades, la vinya, músics i dansaires. Tot a l’entorn, al llarg de l’orla externa de la manufactura, com encerclant aquesta Terra humana, Hefest hi dibuixa el gran corrent del riu Oceà. Però la primera cosa que el déu esculpeix en l’escut d’Aquil·les és el cosmos:
Hi esculpí la terra i el cel i el mar,
el sol que mai no s’atenua, la lluna en ple esplendor,
i totes les constel·lacions, que el cel duu per corona,
les Plèiades, les Híades, la força d’Orió
i l’Óssa, dita també el Carro per sobrenom,
que gira sobre ella mateixa mirant Orió,
i és l’única que no es submergeix en les aigües de l’Oceà.
[…]
Piero Boitani
Il grande racconto delle stelle
Traduït de l’original italià
[La traducció de les cites de la Ilíada són traduccions de la traducció italiana de G. Cerri, que fa servir Boitani per a aquestes citacions.]
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Mentre somreia l’Aurora i el sagrat dia anava creixent, els trets d’ambdós bàndols no fallaven mai, i les tropes eren delmades. Mes, quan Hèlios hagué guanyat el punt culminant del cel, el Pare dels déus va estendre les àuries balances i en elles posà els dos genis de l’amarga mort: en un plat, el dels troians domadors de poltres, i en l’altre el dels aqueus, vestits de bronze, i, sostenint-les pel mig, va fer la pesada: el dia fatal dels aqueus va inclinar-se, i llur geni de la mort s’assentà en la terra, que ens dóna aliments, però el dels troians va enlairar-se fins a l’ample cel. I Zeus, tronant llargament des de l’Ida, llançà un esclat ardent al mig de les hosts aquees; i els aqueus, en veure’l, es van esglaiar, i, a tots, els prengué l’esblaimada paüra.
Ilíada, VIII, 67-77
Traducció de Montserrat Ros.
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La claror esplendorosa del sol va colgar-se en l’Ocèan i arrossegà la foscor de la nit sobre els camps, que ens regalen el gra. No va plaure als troians que el dia morís; mes, en canvi, els aqueus acolliren contents la nit tenebrosa, desitjada per ells mil vegades.
I el preclar Hèctor convocà llavors els troians a una junta, lluny de les naus, en un indret vora el riu turbulent on no hi havia cadàvers. Els guerrers davallaren dels carros i van escoltar les paraules que Hèctor, dilecte de Zeus, els digué en l’ajust, duent al puny la pica d’onze colzades, amb la punta de bronze que lluïa al capdamunt fermada amb una anella d’or. Hèctor, recalcant-s’hi, parlà entre els troians: «Escolteu-me, troians i dàrdans, i també els qui sou aliats nostres! Ah!, si n’estava, jo, de segur que regressaria a la ventosa Ílion després d’haver anihilat les naus i tots els aqueus; però la nit ja ha caigut, i això és el que salva més els argius i llurs naus prop del ribatge on rompen les onades. Obeïm, doncs, la negra nit i aprestem el sopar; desenganxeu dels carros els cavalls, de llustroses crins, i doneu-los el pinso; i, de la ciutat, dueu, amb llestesa, bous i grasses ovelles i, així mateix, proveïu-vos de vi, que endolceix el cor; i porteu pa de les vostres cases i bons feixos de llenya per tal que tota la nit, fins que apunti l’Aurora, filla del matí, cremin moltes fogueres, i llur resplendor pugi fins al cel, no fos cas que els aqueus, d’abundosos cabells, emprenguessin de nit la fugida per l’ample dors del mar. No permetem que s’enfilin, segurs, a les seves naus sense haver de lluitar. […]
Ilíada, VIII, 485 – 514
Traducció de Montserrat Ros.
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Això digué Hèctor davant els troians, i ells el van aclamar. Desenganxaren del jou els cavalls, amarats de suor, i els van fermar amb corretges, cadascun al seu carro; i després s’apressaren a emmenar de la ciutat bous i grasses ovelles i es van proveir de vi, que endolceix el cor, i també van portar pa de les cases i bons feixos de llenya. I els vents enlairaren, de la plana al cel, l’agradable fumera del greix.
Els troians, orgullosos, passaren la nit acampats en el pont de la guerra; i les fogueres que havien encès eren moltes. Així com, en una nit de calma, lluen els estels per tot el firmament, al voltant de la lluna clara, i hom pot distingir els punts de guaita, els alts promontoris i també les valls, i l’immens èter, esqueixant-se del cel, fa visible tota l’estelada, i el pastor sent que el cor se li alegra; en tan gran nombre eren les fogueres dels guerrers troians que es veien enceses entre les naus i el corrent del Xantos, davant mateix d’Ílion. Mil fogueres cremaven a la plana i, prop de cada una, vora el foc flamejant, hi havia asseguts cinquanta homes. I, drets, a tocar del seu carro, els cavalls rosegaven ordi blanc i elpelta tot esperant l’Aurora de magnífic tron.
Ilíada, VIII, 542-567
Traducció de Montserrat Ros.
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Il grande racconto delle stelle
Società editrice il Mulino. Bologna, 2012
ISBN: 9788815240248
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Ilíada. Vol. II
Traducció de Montserrat Ros
Fundació Bernat Metge. Barcelona, 2007
ISBN: 8472258785
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Els herois, personatges i llocs troians i odisseics a la Bibliotheca Musarum, de Joan Cavalleria i Dulach (1681). La mitografia en el sis-cents català
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Joan Lacavalleria i Dulach, ciutadà de Barcelona, on hi nasqué el 1640, i doctor en drets, és bàsicament conegut com a autor del que fou el gran diccionari català fins a la publicació del de Pere Labèrnia, el Gazophylacium Catalano-Latinum, imprès a Barcelona el 1696 per Antoni Lacavalleria. El Gazophylacium, el “Tresor”, era una eina per a l’aprenentatge del llatí, a partir del català, si bé el fet que no es limiti a la pura traducció dels vocables, sinó que per a cada terme en català hi inclogui generalment una breu definició, en aquesta llengua, el fa una obra de lexicografia catalana de gran interès.
De l’extensió i perdurança de l’ús del Gazophylacium ens en donen testimoni els versos del mallorquí Marià Aguiló, nascut el 1825, uns 130 anys després de la publicació del referit diccionari:
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- D’infant, la llengua del Laci
- m’ensenyava un reverend
- a cops de Gazophilaci,
- i abans que encetés Horaci
- n’esbucaren el convent.
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- Marià Aguiló
- Al lector
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El 1681, quinze anys abans de la publicació del seu Gazophylacium, Joan Lacavalleria donà a la impremta un llibre en dos volums, titulat Bibliotheca Musarum sive Phrasium poeticarum epithetorum, synonymorumque cum interpretatione hispana thesaurus, que publicà, com en el cas del Gazophylacium, l’impressor Antoni Lacavalleria (continuador de la impremta de Pere Lacavalleria, pare de Joan).
A diferència del Gazophylacium, el Bibliotheca Musarum no és en català i llatí, sinó en castellà i llatí. Joan Lacavalleria dedica aquesta seva obra “A los humanistas”, i en la seva introducció ens indica que es tracta de la refosa de material que es trobava en diverses obres:
L’ “Smetio“, és a dir, el popular vocabulari de locucions llatines del metge i humanista flamenc Hendrik Smet; l'”Officina Textoris“, de l’humanista francès Jean Tixier de Ravisi (Johannes Textor Ravisius); el “Delectus Epithetorum“; l'”Scala Parnassi“; l'”Arte Poetica“; el “Tesoro Poetico“; les “Elegancias Poeticas”, etc.
Entre els diferents continguts de l’obra, el que n’ocupa la major part és un diccionari de noms de lloc i de personatges, extret d’autors llatins clàssics (Virgili, Ovidi, etc.), amb indicació de la llargada de les seves síl·labes, amb una breu explicació en castellà, amb cita de fragments d’obres clàssiques on apareix el nom en qüestió, sinònims, epítets aplicats al personatge de que se tracta, etc.
A continuació transcrivim les principals definicions “en romance” dels noms d’herois, personatges i llocs relatius a les històries troianes i odisseiques, fent-nos així una idea de quina visió en podia obtenir, a finals del segle XVII, un “humanista” lector de l’obra de Lacavalleria. Com a curiositat, l’errada d’atribuïr a Ulisses la mort d’Aquil·les, tot i que abans, al parlar de Paris, s’indica que fou ell, qui l’occí.
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Achilles.- Hijo de Peleo Rey de Tessalia, y de la Diosa Thetis, hija de Nereo: nieto de Eaco, y uno de los Principes de Grecia que sitiaron à Troya. Los Poetas fingen, que su madre le bañò tres vezes en la laguna Stygia, lo que le hizo invulnerable, excepto en el talon por el qual su madre le cogiò, y tenia cuando le bañava en la laguna. Tuvo por su maestro à Chiron el Centauro, y despues su madre le embiò à la Corte del Rey Lycomedes, adonde tomò al vestido de donzella para evitar con esas trama la ocasion de ir à la guerra de Troya; donde segun el Oraculo avia de morir; empero Ulisses lo descubriò. Hallandose en el sitio de esa ciudad matò a Hector, y despues de aver arrastrado su cuerpo al rededor de Troya, lo vendiò al Rey Priamo su Padre, à quien pidiò Polyxena su hija para casarse con ella; pero estando para celebrar el casamiento en el Templo de Apollo, Paris hermano de Hector mató à Achilles con una saeta, con que le atravessò el talon.
Aeneas.- Eneas hijo de Anchises, y de la diosa Venus, Principe de Troya, à quien dà grande fama el Poema de Virgilio. Casò en primer lugar con Creusa hija del Rey Priamo, de la qual tuvo a Iulo, llamado también Ascanio. Después que los Griegos hubieron rendido à Troya, se fue para Italia, adonde tomò por su segunda mujer à la viuda hija del Rey Latino, prometida à Turno, al qual Eneas venció y sucedió en el Reyno.
Agamemnon.- Hijo de Atreo y de Erope, marido de Clytemnestra, nieto de Tantalo, hermano de Menelao : Rey de Mycenas, General del Exercito de los Griegos en la guerra de Troya. Despues del rendimiento de essa Ciudad, à su buelta à su Reyno, Clytemnestra le hizo matar por Egysthe.
Ajax.- Hijo de Telamon, grande Capitan. Hallandose en el sitio de Troia pidió las armas de Achiles muerto, se las negaron, y se dieron a Ulysses, enloqueciò por la injusticia, y estando loco matava las fieras, que encontrava pensando matar à Ulysses su competidor, y bolviendo después sobre si, se matò con la espada, que en un desafio avía recibido de Hector, y los Dioses convirtieron su sangre en la flor Iacinto.
Briseis.- Hippodamia, assi llamada de su padre Briseo, natural de la Ciudad de Lyrnessa en Phrygia. Fue à Achilles, y robola despues Agamemnon.
Cassandra.- Hija de Priamo, Rey de Troya. Profeta muy acreditada. Agamemnon la salvò del incendio de Troya, y se la llevò consigo en Grecia.
Circe.- Hija del Sol y de Persa, hermana de Eeto Rey de los Colchos, hechizera muy acreditada, la qual se fue à Italia.
Clytemnestra.- Muger de Agamemnon, la qual conspirò con Egystho la muerte de su marido; pero Oreste su hijo, y de Agamemnon matò à su madre para vengar la muerte de su padre.
Cyclopes.- Gigantes en Sicilia cerca del monte Etna. Tienen un solo ojo en la frente; y la fabula los llama Ministros de Vulcano.
Diomedes.- Rey de Etolia, hijo de Tydeo, nieto de Oeneo, Rey de Calydonia, Capitan Griego. En el sitio de Troia heriò à Venus à la mano, y la Fabula dize que sus compañeros fueron transformados en aves.
Hector.- Hijo de Priamo Rey de Troya, que Achiles matò.
Hecuba.- Muger de Priamo, Rey de Troya, la cual (rendida aquella Ciudad por los Griegos) murió desesperada.
Helena.- Hija de Iupiter, y de Leda, muger de Tyndaro. Dize la Fabula que Helena tomò la figura de un cisne, y que el Dios la conociò. Casò con Menelao, rey de Argos, y en primer lugar Theseo la robò, y despues Alexandre, ò Paris hijo de Priamo. Menelao, y su hermano Agamemnon con el socorro de los Principes Griegos, para vengar el robo, destruyeron à la Ciudad de Troia. En el sitio mataron à Paris. Helena casò con Deifobo, mas fue entregada à su marido, el qual matò a Deifobo hermano de Paris.
Helenus.- Hijo de Priamo, adivino muy perito.
Hermione.- Hija de Menelao, y de Helena, prometida à Orestes por Tindaro, y también prometida a Pyrro por Menelao, el qual como se hallava en el sitio de Troia, ignorava que huviessen desposada à su hija en Argos. Orestes matò a Pyrro, y gozò de Hermiona.
Homerus.- El mas celebre de los Poetas Griegos, y según se refiere, fue cegado.
Ilias.- Cosa de Troia. Poema de Homero llamado Iliada, de dicha ciudad.
Ilium.- Troya, llamada assi del Rey Ilo, el qual la acrecentò.
Iphigenia.- Hija de Agamennon, y de Clytemnestra. Agamennon mató à un ciervo en la Aulida, y para satisfacer à la ira de Diana, quiso sacrificar à su hija: Diana movida de compassion sustituyó à una cierva en lugar de Ifigenia, à la qual la Diosa se la llevó à la Taurica, donde el Rey la hizo Presidenta de los Sacrificios de Diana
Ithaca.- Isla del mar Jonio, donde Ulysses reinò.
Menelaus.- Hijo de Atreo, y de Aeropa, hermano de Agamennon, y marido de Helena.
Nestor.- Hijo de Neleo; y de Chloris. Anduvo à la guerra de Troya siendo de edad de trescientos años. Fue muy elocuente, y su vejez le avía dado mucha experiencia.
Orestes.- Hijo de Agamennon, y de Clytemnestra, à quien el matò por ser adultera con Egistho: por loqual, y otros malos echos estimulado de su misma conciencia andava acossado de las Furias infernales que le abrasavan por varias Partes del mundo, hasta que delante del altar de la Diosa Diana fue absuelto à culpa y pena. Fue este Orestes gran amigo de Pilades.
Palladium.- Estatua de la Diosa Palas, que los Troianos creian aver bajado del Cielo, y la guardavan en el Templo de Troia. El Oraculo les dio à entender que la Ciudad nunca seria rendida, mientres tuviessen en su posession el Idolo, el cual Dionedes, y Tydides se llevaron, quando se hazia la guerra à Troia.
Paris.- Paris, llamado también Alexandro, hijo de Priamo Rey de Troya. La Discordia en el convite de las nupcias de Peleo echó una manzana de oro, con este lema, Detur pulchitiori. Paris fue escogido por Juez de Juno, Pallas, y Venus, y dio el premio à Venus. Despues passò en Grecia, donde robò à Helena, muger de Menelao, el qual fue causa de la guerra de Troya, y matò a Achiles, aunque despues Pyrrho le matò à èl.
Patroclus.- Hijo de Menecio, y de Stenela, muy amigo de Achilles: ambos juntos se fueron à la guerra de Troia. Patroclo aunque peleasse con las armas de Achilles, Hector le matò.
Penelope.- Hija de Icaro, muger de Ulysses, la cual guardò inviolablemente su castidad por el espacio de veinte años que su marido estuvo ausente. Ulysses à su vuelta tomando el vestido de un mendigo, matò a todos los que quisieron violar à su muger.
Penthesilea.- Reyna de las Amazonas, la cual se fue à Troia para socorrerla contra los Griegos; donde Achilles la mato.
Pergama, -orum.- El Castillo de la Ciudad de Troya.
Polyphemus.- Gigante, hijo de Neptuno. No tenia mas que un ojo en la frente, y robava en los caminos de Sicilia, donde Ulysses le embriagò, y con un leño encendido le quitó el ojo.
Polyxena.- Hija de Priamo, y de Hecuba. Solenizandose las nupcias de Paris, y de Hecuba en el templo de Apolo, Paris matò a Achilles, à quien Hecuba era prometida. Rendida Troya, Pyrrho vengò la muerte de su padre con la de Polyxena.
Priamus.- Hijo de Laomedon, Rey de Troia. Rendida Troia, Pyrrho le matò.
Scamander.- Rio de Troya, llamado tambien Xanthus, donde se lavaban las doncellas antes de casarse.
Troja.- Region de la Asia menor, donde fue edificada la Ciudad de Troia por Apolo, y Neptuno, segun el concierto que hizieron con el Rey Laomedon.
Ulysses.- Hijo de Laertes Rey de Ithaca, y de Dulikio en Grecia, grande Capitan, muy eloquente, y muy astuto. Llegado que huvo à la guerra de Troya, robó el Paladion, y matò a Achilles, por cuyas armas riñiò con Aiax, y le venciò. Rendida que fue Troya, navegò por el mar diez años, por cuyo espacio quitò el ojo a Polyfemo, visitò la hechizera Circe, baxò a los Infiernos, y se livrò de las assechanzas de las Sirenas. Despues bolviò con el vestido de mendigo para ver à su muger, llamada Penelopa, y con este trage matò a aquellos, que quisieron violar su castidad.
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Gazophylacium Catalano-Latinum
Antonium Lacavalleria
Barcelona, 1696
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Bibliotheca Musarum sive Phrasium poeticarum
epithetorum, synonymorumque cum interpretatione
hispana thesaurus
Antonium Lacavalleria
Barcelona, 1681
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El repte al combat singular. Paris i Menelau, Goliat i David, lo rei moro de la Gran Canària i lo rei cristià d’Anglaterra.
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Lletra de batalla tramesa per lo rei de la Gran Canària al rei d’Anglaterra.
A tu, rey cristià, qui senyorejaves la illa de Anglaterra, dich yo, Abraym, rey e senyor de la Gran Canària, que si tu vols que aquesta guerra fine entre tu e mi e sese la mortaldat entre lo teu poble e lo meu ―si bé yo en sta illa de Anglaterra sia més poderós que tu no est, axí de viles com de castells com de gent e sforç de cavalleria, car si lo gran Déu t’à donada victòria sobre la mia gent, yo e los meus l’avem aguda de tu e de tots los teus moltes veguades dins la tua pròpria terra―. Emperò si tu volràs que no y haja més scampament de sanch, entrem en camp clos rey per rey, sots tals pactes e convinenses: que si yo venç a tu, tendràs tota Anglaterra sots la mia potestat e senyoria e·m faràs de traüt CC mília nobles cascun any, e en la festa del gran sanct Johan vestiràs unes robes mies ―les quals yo·t trametré―, e aquell dia te hages a trobar en la una de aquestes quatre ciutats, ço és, en la ciutat de Londres, o de Conturberi, o de Salasberi, o en esta ciutat de Varoych, per ço com açí só stat desconfit e açí vull que·s faça la primera festa. E açò serà en memòria e recordació de la victòria que yo hauré aguda de tu. E si fortuna administra que tu sies vençedor, yo me’n tornaré en la mia pròpria terra e tu restaràs ab pau en la tua e ab gran repòs e tranquilitat tu e tots los teus, e més, te restituhiré totes les viles e castells que ab la mia pròpria mà victoriosa he guanyat e conquest.
Aquestes paraules no són per vanaglòria ne per menysprear la corona real, mas per ço com Déu és gran e darà a cascú la part que per sos mèrits serà merexedor.
Joanot Martorell
Tirant lo Blanch. Capítol XIII
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E [Hector] luego salió e púsose en medio e, tomando una lança, detuvo las haçes de los troyanos, e estuvieron todos quedos. E los resplandeçientes griegos de cabellos lançavan saetas de buena voluntad e piedras e dardos. Mas altamente el rey de los onbres Agamenón dio una boz e dixo:
“¡Çesad, griegos, e no lançéis saetas, fijos de los argibos! ¡Oid qué palabra el cavallero Héctor quiere fablar!”
Así dixo, estos, çesando de la pelea, mucho se maravillaron. E luego Héctor entre los unos e los otros así dixo:
“¡Oidme, troyanos e vosotros, griegos poderosos en armas, e dirévos lo que la voluntad me da en el coraçón! Dicho ha Paris, por quien toda esta contienda ha nasçido, los troyanos e belicosos griegos dexen las armas e las pongan en la tierra mucho criante, e que él e el muy amado de Mares Menalao se pongan en medio e solos peleen por Elena e por todas sus riquezas. E destas armas quien mejor escapare e vençiere lleve a la casa la muger e todas sus riquezas, e todos los otros troyanos e griegos fagan fieles juramientos e firmen la paz”.
De que así hovo dicho, todos se maravillaron e estavan callando.”
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Ilíada, III
Manuscrit Add. 21245 British Library [s. XV]
(La “Ilíada en romance”)..
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I Hèctor […] es va dirigir cap al centre, amb la llança agafada pel mig, decidit a frenar les falanges troianes. I els guerrers es van deturar. Però els aqueus d’abundosos cabells disparaven contra ell els seus arcs mirant de colpir-lo amb les fletxes i li gitaven rocs. Llavors Agamèmnon, cabdill de guerrers, va cridar amb veu molt forta: «Conteniu-vos, argius! No tireu, joves aqueus, que Hèctor, de casc llambrant, us vol adreçar unes paraules!»
Així els va dir vociferant, i ells es van estar de la lluita i feren silenci tot d’una. I aleshores Hèctor parlà entre els dos bàndols: «Escolteu-me, troians i aqueus de belles gamberes, que us he d’explicar el determini que ha pres Alexandre, el culpable que la guerra esclatés. Us proposa als altres troians i a tots el aqueus que deixeu les llustroses armes sobre la terra que nodreix a molts. I ell i Menelau, que Ares estima, lluitaran al bell mig, tots dos sols, per Hèlena i el conjunt de les seves riqueses, i qui dels dos venci i demostri que és el més fort prendrà els béns i la dona i s’ho endurà tot a la seva llar. I els altres immolarem víctimes per acordar un pacte fidedigne de bona amistat.»
Tals foren les seves paraules. I tots restaren quiets i en silenci.
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Ilíada, III, 85-96
Traducció de Montserrat Ros.
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Ab tant, així un bort de la val dels felisteus, qui havia nom Goliàs, de Gech, lo qual havia VI colzos e I palm d’alt. Tenia un elm d’aram sobre son cap, era vestit de un esberch, qui era, de la part de fora, tot ple d’hams. Lo pes del seu qual era VMª sicles d’aram. E calsava unes hosses d’aram e un escut d’aram li cobria les espatlles e sos musclos. Lo fust de la sua llance era així gros com un fust de tixador, lo ferro de la llança pasava DC sicles. E son scuder anava devant.
E cridava devers la host dels fills de Ysrael e deye’ls:
—Per què sots venguts axí per combatra? Doncs, no sóm yo filisteu e vosaltres serfs de Saül? Alagits un homa de vosaltres qui·s combata ab mi, cors per cors. E, si ell ma vençs, nós serem servidors vostres, e si yo·l venç, vosaltres serets servidors nostres e servidors serets a nós.
E lo filisteu deya:
—Lliurats a mi un homa qui·s combata ab mi cors per cors.
E com Saül e tot lo poble de Ysrael hagueren oÿdes les peraules les filisteu, hagueren pahor.
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Primer LLibre dels Reis, 17, 4 – 17,11
“Bíblia del segle XIV” (Manuscrit de la Bibliothèque Nationale de France, fons Colbert, esp. 5, any 1461).
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De les files dels filisteus va sortir aleshores un desafiador, de més de dos metres i mig d’alçada. Era Goliat, de Gat. Duia un casc de bronze i una cuirassa de malla de bronze que pesava cinquanta quilos. Unes polaines de bronze li protegien les cames i portava penjada a les espatlles una javelina també de bronze. El pal de la seva llança era com una plegadora de teixidor; la punta de ferro, sola, ja pesava sis quilos. Davant seu hi anava l’escuder.
Goliat es plantava allà al mig i cridava a les files d’Israel:
—Per què heu sortit a combatre? Jo sóc filisteu, però vosaltres només sou esclaus de Saül. Trieu-vos un home que baixi a lluitar amb mi! Si ell guanya i em mata, serem els vostres vassalls; però si guanyo jo i el mato, vosaltres sereu vassalls nostres i us haureu de sotmetre.
El filisteu afegia:
—Desafio les tropes d’Israel. Que vingui un dels vostres i lluitarem tots dos!
Quan Saül i tots els israelites sentien aquestes paraules del filisteu, quedaven esbalaïts de por.
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Primer Llibre de Samuel, 17,4 – 17,11
Bíblia catalana interconfessional.
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Joanot Martorell, Martí Joan de Galba
Tirant lo Blanc
A cura de Martí de Riquer
Clàssics catalans Ariel, 1
Editorial Ariel. Barcelona, 1979
ISBN: 8434475022
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La traducción en Italia y en España durante el siglo XV
La «Ilíada en romance» y su contexto cultural.
Ediciones Universidad de Salamanca. Salamanca, 1997
ISBN: 9788474818727
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Ilíada. Vol. I
Traducció de Montserrat Ros i Ribas
Fundació Bernat Metge. Barcelona, 2005
ISBN: 8472258599
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Bíblia del segle XIV
Primer i segon llibres dels Reis
Corpus Biblicum Catalanicum, 6
Associació Bíblica Catalana / Publicacions de l’Abadia de Montserrat
Barcelona, 2011
ISBN: 9788498833614
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La Bíblia
Traducció interconfessional
Associació Bíblica de Catalunya / Ed. Proa
Il·lustrada per Perico Pastor
Barcelona, 2012
ISBN: 9788475883380
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De llops i d’anyells
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Mirant-se’l amb un esguard ferreny, Aquil·leu de peus lleugers li va dir: «Hèctor imperdonable, no em parlis de pactes. Com no hi ha juraments lleials entre els lleons i els homes, ni tenen un cor amb els mateixos sentiments els llops i els anyells, sinó que contínuament rumien mals l’un contra l’altre, així tampoc no és possible que tu i jo siguem amics. No hi haurà juraments entre nosaltres dos almenys fins que un de tots dos, en caure, sadolli de sang l’infatigable Ares. […]»
Ilíada, XX
Traducció de Joan Alberich
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Llavors el llop habitarà amb l’anyell,
la pantera jaurà amb el cabrit,
vedell i lleó pasturaran junts,
els podrà menar un noi petit;
La vaca i l’óssa es faran amigues,
les seves cries jauran plegades
i el lleó menjarà palla com un bou.
L’infantó jugarà sobre el forat de l’àspid,
el deslletat estirarà la mà cap al cau del basilisc.
Isaïes, 11, 6-8
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El llop i l’anyell pasturaran en bona harmonia, i el lleó menjarà palla com un bou; però la serp s’alimentarà de pols. La gent no seran dolents ni faran mal sobre tota la meva muntanya santa, ha dit Jahvé.
Isaïes, 65, 25
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Com Fèlix fon partit de son pare, e fo en un gran boscatge, e hac anat longament, sí encontrà una asalta pastoressa qui guardava bestiar. —Amiga —dix Fèlix—, molt me meravell de vós com tota sola estats en est boscatge, en què són moltes males bísties qui porien dar damnatge a vostra persona; e vós no havets força que vostres ovelles als llops ne a les males bísties defendre poguéssets.
Dix la pastoressa: —Sényer, Déus és esperança, companyia e confort de mon coratge; e en sa guarda e virtut estic en aquest boscatge, car ell ajuda a tots aquells qui en ell se confien; car ha tot poder e tota saviesa e tota bondat, són-me mesa en sa guarda e en sa companyia.
Molt plagueren a Fèlix les paraules que dix la pastora de nostro senyor Déus, e meravellà’s com en ella havia tanta d’esperança e de saviesa; e anà avant en son viatge. E quan hac anat un petit, ell oí que la pastora cridà e plorà molt altament, e viu que corria detràs un llop qui se’n portava un anyell; sí que Fèlix se meravellà de la pastora com havia tant d’ardiment que·l llop encalçava. E dementre que la pastora encalçava lo llop, e Fèlix venia vers ella corrent per ço que li ajudàs, lo llop jaquí l’anyell e aucís e devorà la pastora, e anà a les ovelles e aucís moltes ovelles e molts moltons. Sí que, a gran meravella, entrà Fèlix en pensament de ço que vist havia, e membrà les paraules que la pastora li havia dites de Déu, en què tan fort se confiava.
Ramon Llull, Llibre de meravelles
Libre de meravelles. Edició de Salvador Galmés. Barcelona: Barcino, 1931-1934. 4 v. volum I, llibre I, capítol I, pgs. 27-29
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La Ilíada.
Introducció, traducció i notes de Joan Alberch i Mariné
Edicions de La Magrana. Barcelona 1996.
ISBN: 9788474108880
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Versió dels textos originals i notes
pels monjos de Montserrat
Editorial Casal i Vall.
Andorra, 1967
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Libre de meravelles
Edició de Salvador Galmés
Editorial Barcino.
Barcelona, 1931-1934.
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Nen, gat, canari; Boy, cat, canary. La Ilíada en miniatura d’Stephen Spender
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Boy, cat, canary
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Our whistling son called his canary Hector.
‘Why?’ I asked. ‘Because I had always about me
More of Hector with his glittering helmet than
Achilles with his triple-thewed shield.’ He let Hector
Out of his cage, fly up to the ceiling, perch on his chair, hop
While he sat in yellow jersey, doing his homework.
Once, hearing a shout, I entered his room, saw what carnage:
The Siamese cat had worked his tigerish scene;
Hector lay on the floor of his door-open cage
Wings still fluttering, flattened against the sand.
Parallel, horizontal, on the rug, the boy lay
Mouth biting against it, fists hammering boards.
‘Tomorrow let him forget.’ I prayed, ‘Let him not see
What I see in this room of miniature Iliad –
The golden whistling howled down by the dark.’
Stephen Spender
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Nen, gat, canari
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El nostre fill canor anomenava Hèctor el seu canari.
“Per què?”, vaig preguntar. “Perquè sempre he estat
més proper a Hèctor amb el seu casc llampant que a
Aquil·les amb el seu escut de tres gruixos.” Deixava sortir Hèctor
de la seva gàbia, volar fins el sostre, emperxar-se a la seva cadira, saltironar
mentre ell seia fent els deures amb jersei groc.
Un cop, en sentir un crit, vaig entrar a la seva cambra i quina carnisseria:
el gat siamès havia muntat la seva escena tigresca;
Hèctor jeia al terra de la seva gàbia esbatanada
encara aletejant, aixafat a la sorra.
Paral·lel, horitzontal, sobre l’estora jeia el nen
mossegant-s’hi els llavis, punys picant el fustam.
“Demà fes que oblidi” vaig pregar, “fes que no vegi
el que jo veig en la Ilíada en miniatura d’aquesta cambra—
el refilet daurat emmudit pels brams de la fosca.”
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