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Loren Fernández. «Ulises increpa a sus hombres que sufren síndrome de abstinencia de loto»

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Ulises increpa a sus hombres
que sufren síndrome
de abstinencia de loto

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YO OS RESCATÉ de los campos de loto

que os convirtieron en bestias sin realidad ni memoria.

.Metamorfosis Cotidianas Loren Fernández

No eran reales los ombligos de arco iris

ni las caricias de untuosas alas

ni las vaginas generosas

que os acogen y envuelven como mantitas.

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No existen ombres sin odio

sardinas sin raspas

saciedad perenne

ni unicornios logopedas.

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Nunca volasteis sobre la hierba añil

ni fuisteis dioses jugando a las prendas

ni savia que recorre el cerezo hasta estallar en un orgasmo rojo y pulposo

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Cretinos.

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Tuve que sacaros cada pétalo, uno a uno,

rebuscar tras las campanillas, bajo las lenguas, entre los dientes,

y ataros a los bancos mugrientos de la nave

hasta que volvisteis a ser hombres.

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Dejad de mirarme con esos ojos de ternera impropios de guerreos

y remad

hacia las rocas mutantes, los monstruos, las tempestades,

la patria y la gloria.

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Ya me daréis las gracias.

Otro día.

Loren Fernández

Loren Fernández
( Madrid, 1962)

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Loren Fernández

Metamorfosis Cotidianas

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Metamorfosis Cotidianas Loren FernándezLoren Fernández

Metamorfosis Cotidianas

Los versos de Cordelia, 15

Reino de Cordelia. Madrid, 2013

ISBN: 9788415973171

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L’oblit en Homer. Leteu, de Harald Weinrich

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Harald Weinrich, en el seu tractat «Lethe. Kunst und Kritik des Vergessens», del que n’hi ha traducció al castellà de Carlos Fortea (Siruela), fa un interessant recorregut sobre l’oblit.

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En la presentació editorial del llibre se’ns indica:

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Si existe un arte de la memoria, la mnemotecnia, ¿no debería existir también un arte del olvido? Pero la pre­gunta crucial es ¿qué porcentaje de olvido necesita o tolera una cultura para su desarrollo? En este libro, Harald Weinrich desarrollará una larga reflexión his­tórica y filosófica para mostrarnos la forma en que la cultura occidental ha bebido de las aguas del Leteo, el río del olvido.

Harald Weinrich (Wismar, Alemanya, 1927)

Harald Weinrich (Wismar, Alemanya, 1927)

De Homero a Proust, de Cervantes a Borges, pasando por el Renacimiento, la Ilustración y el Romanticismo, Weinrich rastrea la relación entre la memoria y el olvi­do en la cultura de Occidente y especula sobre el de­seo de olvidar, sin excluir la necesidad de una crítica del olvido tras las trágicas experiencias de Europa de mediados del siglo XX. El resultado es una brillante pa­norámica de la historia de la cultura del olvido y un li­bro que demuestra que la erudición es absolutamente compatible con la pasión de escribir y leer.

Tras desempeñar cátedras en Kiel, Colonia, Bielefeld y Munich, Harald Weinrich (1927) es actualmente cate­drático de Romanística en el Collége de France, París. También ha sido profesor invitado en las Universida­des de Michigan y Princeton, así como en el Wissen-schaftkolleg de Berlín, y es doctor honoris causa por las Universidades de Bielefeld, Heidelberg y Augsburgo. Ha recibido numerosos premios y distinciones den­tro y fuera de Alemania y es miembro de varias acade­mias, así como del PEN-Club. Entre sus libros pueden destacarse El ingenio de Don Quijote (1956), Tempus: Mundo hablado y narrado (1964), Literatura para lectores (1971), Caminos de la cultura verbal (1985) o Gramática textual de la lengua alemana (1993).

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En un dels primers capítols, Weinrich ens recorda la presència reiterada de l’oblit en la peripècia d’Odisseu:

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2. Ulises habla del olvido (Homero)

En el canto séptimo de su Odisea, Homero cuenta cómo Ulises, en su dificultoso viaje de regreso de Troya, naufragó en las costas de la isla feacia de Esqueria. Mísero y agotado, es descubierto en la playa por la hija del rey, Nausícaa, y sus compañeras, y llevado al palacio de su padre Alcínoo. Allí se ofrece al náufrago la mejor hospitalidad que un extranjero pueda desear en el mundo de Homero. Tres días se queda Ulises entre los feacios, para volver des­pués, cargado de regalos, a su isla natal de ítaca, a bordo de un barco equipado por sus anfitriones.

Pero antes de que Ulises abandone la hospitalaria isla de los feacios, en la fiesta de despedida que se ofrece en su honor, se deja convencer por sus anfitriones y cuenta su historia a los asistentes y empieza: «Soy Ulises, hijo de Laertes…». La subsiguiente narra­ción llena cuatro cantos de la Odisea (IX-XII) y resume los obstácu­los que durante diez años se opusieron al retorno del héroe. Ulises había tenido que luchar con acantilados y tempestades, potencias hostiles habían atentado contra su vida, entre ellas no sólo el tuer­to Polifemo sino también el poderoso dios del mar, Posidón, que había causado su naufragio en las playas feacias. Sin embargo, los mayores y más peligrosos obstáculos que se opusieron a su retorno a Itaca habían sido para Ulises los ocasionados por las múltiples tentaciones del olvido a las que se había visto expuesto en las eta­pas de su largo extravío. Y de ellas habla a los feacios en tres epi­sodios de su relato. Tratan de los lotófagos, de Circe y de Calipso. De los lotófagos habla Ulises al principio mismo de su historia, en el canto noveno. Al hacerlo, se remonta muy atrás en el tiem­po; sus asuntos aún van bien, y su flota reúne doce barcos. Con ellos ancla frente a una costa desconocida —¿era quizá la isla de Meninx, hoy Djerba?— y envía unos cuantos hombres a tierra, a ex­plorar la isla. No regresan. ¿Habrán topado con habitantes hosti­les que los hayan apresado o incluso muerto? No ha ocurrido tal cosa. Antes bien, los habitantes de la isla han acogido cordialmente a los exploradores y los han atendido con hospitalidad. Les han dado también un fruto que olía agradablemente a miel, llamado loto, que ellos mismos solían tomar regularmente, por lo que se los llamaba lotófagos («comedores de loto»). Pero este fruto, ade­más de estar bueno, tiene la propiedad de otorgar el olvido. Así que después de tomar el fruto del loto los exploradores de Ulises no sólo han olvidado por completo el objetivo de su viaje, el regreso a Ítaca, sino también la orden de exploración de Ulises, y se han entregado por completo a la degustación de la sabrosa fruta y a la dulzura de la estancia entre los amistosos lotófagos.

Inquieto por la tardanza de los exploradores, Ulises manda a buscarlos. Los encuentran sumidos en la dichosa embriaguez del olvido, y se los llevan «llorando» de vuelta a los barcos, a pesar de su resistencia. Allí son encadenados a los bancos de los remeros, para que no regresen a los peligrosos disfrutes de los lotófagos. Ulises prohibe severamente, a sí mismo y a los otros marinos de su flota, probar esa droga. A toda prisa, hace levar anclas y proseguir el viaje.

Los filólogos homéricos y los farmacólogos han empleado mu­cho esfuerzo en averiguar con exactitud qué clase de planta puede haber sido la que producía esa droga del olvido. Se ha pensado en un determinado nenúfar o loto del que se sabe que tenía notable importancia en el culto egipcio a los muertos y que se consumía «en forma de flor». Sin embargo, hoy ya no se puede establecer de manera inequívoca su papel entre el recuerdo de los muertos y el olvido de los muertos, y no se sabe mucho más que lo que Ulises contó de ella. Además, de los versos de la epopeya no se despren­de con claridad si la droga causaba un olvido permanente o sólo pasajero. Lo único seguro es que el fruto del loto no sólo sabe dul­ce sino que también brinda un «dulce olvido», de manera que aquellos que lo prueban no desean más que seguir viviendo en las comodidades de ese hermoso presente.

El segundo episodio en el que Ulises habla del olvido trata de la hermosa pero pérfida diosa Circe. El episodio se encuentra en el décimo canto de la Odisea. Nuevamente Ulises arriba con sus compañeros a una costa desconocida, otra vez se envían explora­dores. En su búsqueda, llegan al palacio de Circe, de la que pron­to se descubre que dispone de toda clase de malignos poderes má­gicos. Los exploradores de Ulises lo experimentan en sus propias carnes, ya que la vara mágica de Circe los transforma en cerdos y son encerrados en una pocilga, sin perder sin embargo su concien­cia humana. Pero antes de que se produzca esa metamorfosis, Cir­ce ha dado a los incautos exploradores un bebedizo mágico que una vez más resulta ser una droga del olvido, que como el fruto del loto borra el recuerdo de la patria. La receta farmacológica de es­ta droga se describe incluso en detalle en los versos homéricos; se trata, según ellos, de una bien dosificada mezcla de vino de Pramnos, queso, harina y miel amarilla. También en el caso de Circe es­ta «droga fatal» (en griego pharmakon ligron) actúa de forma que los huéspedes que sin temor la prueban «pierden todo recuerdo de su patria»… lo que en este caso debe de haber aliviado un tan­to su destino de cerdos.

¿Cómo sigue la historia? Ulises se pone en camino para buscar a sus desaparecidos compañeros. Recibe la ayuda de Hermes, el mensajero de los dioses, que le advierte de las artes mágicas de su pérfida anfitriona y le da un antídoto. Con su fuerza y ayuda, Uli­ses consigue neutralizar la magia del olvido de Circe y persuadirla además de devolver la condición humana a sus marineros conver­tidos en cerdos.

Sin embargo, pronto el propio Ulises es víctima de otra magia del olvido contra la que no posee antídoto alguno. Se deja seducir por Circe y sucumbe en sus brazos a la magia del amor. Ulises pa­sa un año entero con Circe, y durante este tiempo, en que actúa la droga del olvido, olvida el regreso junto a Penélope. Finalmente, compañeros tienen que obligarle a continuar viaje, y Ulises abandona a la amada con el corazón oprimido.

El tercero de los episodios de olvido narrados por Ulises trata de las artes y astucias de la ninfa Calipso. Para ella, una vez más, el amor es, como en el caso de Circe, la más eficaz droga del olvido. Actúa siete años. Es un largo período, y hace mucho que para Uli­ses sediento de acción, el amor de la ninfa se ha convertido en una carga, aunque entre ellos exista la notable diferencia de con­dición de que él es un mortal y ella, en tanto que diosa, es inmor­tal. Entonces Calipso juega su última carta. Si la ama, ella hará in­mortal a Ulises, y entre néctar y ambrosía —la comida y la bebida de los dioses— éste olvidará para siempre todas las cosas terrenas y, naturalmente, también a su esposa Penélope.

Pero Zeus lo ha dispuesto de otro modo. A través del mensaje­ro Hermes, da a la ninfa Calipso la orden de dejar ir a Ulises de in­mediato. Abandona la isla en una balsa. Furioso con esa interven­ción del padre de los dioses en sus igualmente divinos derechos, Posidón hace que la balsa se quiebre. De este modo llega Ulises, náufrago, hasta los feacios, a quienes habla en seguida de la ten­tación del olvido, la más peligrosa.

[…]

Harald Weinrich

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Índex de l’obra:

Leteo

I.     El lenguaje del olvido

II.   Olvido mortal e inmortal

    1. Arte del recuerdo/Arte del olvido (Simónides, Temístocles)
    2. Ulises habla del olvido (Homero)
    3. Amor olvidadizo (Ovidio)
    4. Olvido trascendental y recuerdo terreno (Platón, san Agustín)
    5. Recuerdo y olvido ante Dios y ante los Hombres (Dante)

III. La astucia de la razón olvidadiza

    1. ¿Queda sitio en la cabeza? (Vives, Rabelais, Montaigne)
    2. ¿Cuánta memoria necesita el ingenio? (Cervantes, Huarte/Lessing, Cordemoy, Helvetius)

IV.  Olvido ilustrado

    1. Pensamiento racional, olvido metódico (Descartes, Thomasius)
    2. Experiencias regladas y no regladas con el olvido (Locke, Voltaire)
    3. Inútil aprender de memoria (Rousseau)
    4. ¿Por qué hay que olvidar completamente el nombre de Lampe? (Kant)

V.   De los riesgos del recuerdo y el olvido

    1. Amores olvidados, fielmente narrados (Casanova)
    2. Una oda al olvido (Federico el Grande)
    3. Casos y acasos del olvido (Tutti, con brío)
    4. Noticias sobre el «mascador» de París (Victorien Sardou)

VI.  Nuevas energías a partir del arte del olvido

    1. Sombra olvidada y nueva memoria (Chamisso)
    2. Un arte mefistofélico: el olvido de Fausto (Goethe)
    3. Precario proyecto de desmemoria (Nietzsche)
    4. Olvido aplacado y no aplacado (Freud)

VII.  De la poesía del olvido

    1. Oscuro recuerdo y abismal olvido, con una advertencia contra los papagayos (Mallarmé, Valéry)
    2. Poesía del recuerdo desde las profundidades del olvido (Proust)

VIII. ¿Derecho al olvido, paz mediante el olvido?

    1. Ficciones del yo olvidado (Pirandello, Sciascia)
    2. Olvidar para empezar de nuevo (Giraudoux, Anouilh, Sartre)
    3. Perdonar y olvidar (Jesús, Theodor Fontane)
    4. Amnesias, amnistías y el enigmático jubileo (Schiller, Kleist, Celan)

IX.   Auschwitz y nada de olvido

    1. Jamás olvidaré (Elie Wiesel)
    2. Luchar con el olvido (Primo Levi, Jorge Semprún)
    3. Recopilador de historias, olvidador de historias (Saúl Bellow)
    4. Escribir para extinguir (Thomas Bernhard)

X.   Almacenado, es decir, olvidado

    1. Una nueva profesión: desechador (Böll, Borges)
    2. Epílogo sobre el oblivionismo de la ciencia

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Harald Weinrich

Leteo. Arte y crítica del olvido

Biblioteca de ensayo Siruela

Ediciones Siruela. Madrid, 1999

ISBN: 9788478444687

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Un “pont de la mar blava” entre Ulisses i Roger de Llúria


Lluís Nicolau d'Olwer (1888 - 1961)

Lluís Nicolau d’Olwer, en el seu llibre El pont de la mar blava, on recull notes de viatge per Tunísia, Sicília i Malta, inicia els seus relats per l’illa de Gerba, i ho fa amb una referència a l’episodi d’Ulisses i els lotòfags.

 

Fa així:

 

 

 

TUNÍSIA


LA TERRA DELS LOTÒFAGS


Enriquit pel pillatge de Troia, presa per la seva astúcia, i amb la falconada contra els cicons, Ulisses vol fer proa entre el Peloponès i Cèrigo, cap a mestral, per tornar a la paterna Itaca. No era aquesta la voluntat dels déus, i, després de navegar nou dies, joguina del vent de mort, arriba Ulisses amb els seus llaguts a una terra insospitada.

¡Si en coneix, de pobles, el vell corsari!  Homes diversos en el llenguatge, en la religió, en el vestir, en les costums, en la manera de combatre… Entre tantes diversitats, però, tots els homes són mortals, parlen una veu articulada i mengen pa. Menjadors de pa (síton edontes) ¿no és, en la poesia dels aedes, sinònim d’homes? Per una herència multimilenària, d’endins de la tenebra neolítica, ¿no han vingut formant-se la tradició religiosa, bastida en el culte de la divinitat cereal, i l’organització domèstica, basada en el conreu dels grans, el moldre i el pastar? Ells mateixos, Ulisses i els seus pirates, ¿menjarien de gust el peix que la ventura porta a llurs filats, sense acompanyar-lo d’una bona llesca o, en hores difícils, d’un mal rosegó? ¡Si àdhuc els déus volen farinetes en l’hora dels sacrificis! Tanmateix, quan, feta l’aiguada i havent dinat a l’ombra de les naus, dos guerrers i un herald d’Ulisses exploren la terra que han abordat, es troben amb uns homes pacífics, hospitalaris i… que desconeixen el pa. Són els lotòfags, menjadors de fruites de mel.

No és pas un país fabulós, no, la terra dels lotòfags. Victor Bérard demostra prou bé que de fantasia geogràfica no n’hi ha gens, a l’Odissea. L’antiguitat i els temps moderns han conegut aquests pobles frugívors, menjadors de dàtils per una gran part, que habiten la terra plana a redòs de les muntanyes del Uergha, entre els chotts i la petita Sirte. País de Gabes, illa de Gerba i costera d’enfront: vet aquí el Djèrid, la terra dels dàtils, la terra dels lotòfags. No és un país de llegenda. És un país incorporat a la història catalana per Roger de Llúria i Ramon Muntaner, qui hi varen hissar i mantenir la nostra bandera.

La perla de tot el país, l’indret on segurament aportà Ulisses, és l’antiga Mèninx, l’illa de Gerba. Inoblidable ella i inoblidable el camí per a anar-hi. […].


L. Nicolau d’Olwer


Lluís Nicolau d’Olwer.

El pont de la mar blava.

Biblioteca Llibertat. Llibreria Catalònia.

Barcelona, 1928.