Arxius
Gospodinov i Cortázar, dues visions pròpies del Minotaure
.
.
.
LA MADONNA COL MINOTAURO
.
.
.
Un bambino sta seduto in grembo alla mamma. Lei lo sostiene con la mano sinistra, probabilmente ha appena finito di allattarlo e sta in attesa del ruttino. Il bambino è nudo. La scena è una classica icona, infinitamente nota e ripetuta in tutte le raffigurazioni dopo la nascita del Bambino Gesù. C’è però una differenza che rende l’immagine davvero unica. Il bambino ha una testa di toro. Piccole corna, orecchie allungate, occhi disposti lateralmente, muso. Testa di vitello. Pasifae col Minotauro bambino. Secoli prima della Madonna.
L’immagine è unica. È stata trovata nei dintorni nell’antica città etrusca di Vulci, nell’odierno Lazio. Si può vedere tra le collezioni della Biblioteca Nazionale di Parigi. Qualcuno ha avuto il coraggio di ricordare quello che è evidente e che il mito dimentica con facilità. Si tratta di un neonato. Tenuto in grembo e partorito da una donna. Si tratta di un lattante, non di una belva. Un piccolo che sarà presto relegato in un sotterraneo. Probabilmente c’è voluto tempo, mesi, forse uno o due anni, prima che Minosse decidesse di nascondere agli occhi del mondo un bambino marcato a quel modo. Se osserviamo attentamente le espressioni della mamma e del figlio, scopriremo che entrambi ne sono già consapevoli.
Potrebbe essere anche il momento della separazione? La sua mano sinistra già non lo abbraccia più, di distacca e si agita lievemente da dietro il dorso del bambino per dargli l’addio.
In seguito il mito avrebbe tramutato questo bambino in un mostro, per giustificare il peccato della sua reclusione, un peccato estensibile a tutti i futuri bambini che saranno abbandonati.
.
Георги Господинов (Georgi Gospodinov)
ФИЗИКА НА ТЪГАТА (Fisica della malinconia).
THE MADONNA WITH MINOTAUR
A child is sitting in his mother’s lap. She is holding him in her left arm, she has most likely just nursed him and is now waiting for him to burp. The child is naked. The scene is iconic, so well known and repeating in all images after the birth of the Christ Child. There is one difference, however, which makes this drawing unique. The child has a bull’s head. Little horns, long drawn-out ears, wide-set eyes, a snout. The head of a calf. Pasiphaë with the Minotaur Child. Centuries before the Virgin Mary.
The image is one of a kind. It was discovered near the erstwhile Etruscan city of Volci, in present-day Lazio. It can be seen in the collections of the Parisian National Library. Someone dared to recall the obvious, which the myth would quickly forget. We’re talking about a baby. Carried and delivered by a woman. We’re talking about an infant, not a beast. A child, who will soon be abandoned (sent to the basement). Most likely Minos needed time, months, even a year or two, to decide what to do, how to hide this marked child from the world. If we peer at the faces of the mother and the son, we can see that both of them already know.
Perhaps this is the very moment of separation? Her left arm no longer embraces him, but pulls away, waving farewell gently behind the child’s back.
Later the myth will transform the child into a monster, so as to justify the sin of his abandonment, the sin against all children, whom we will abandon in the future.
Georgi Gospodinov
The physics of sorrow.
.
.
.
.
.
Se ve entrar a los atenienses precedidos por Teseo. Con ademán liviano, casi indiferente, el héroe lleva en la mano el extremo de un hilo brillante. Ariana deja que el ovillo juegue entre sus curvados dedos. Al quedar sola frente al laberinto, sólo el ovillo se mueve en escena.
.
.
.
ARIANA
.
.
En la fresca solemnidad de las galerías, su frente será más roja, de un rojo denso de sombra, y como lunas enemigas se enhiestarán los cuernos luminosos. Envuelto en el silencio vacuno que ha presidido su amargo crecimiento, paseará con los brazos cruzados sobre el pecho, mugiendo despacio.
O hablará. Oh sus dolidos monólogos de palacio, que los guardias escuchaban asombrados sin comprender. Su profundo recitar de repetido oleaje, su gusto por las nomenclaturas celestes y el catálogo de las hierbas. Las comía, pensativo, y después las nombraba con secreta delícia, como si el sabor de los tallos le hubiera revelado el nombre… Alzaba la entera enumeración sagrada de los astros, y con el nacer de un nuevo día parecía olvidarse, como si también en su memoria fuera el alba adelgazando las estrellas. Y a la siguiente noche se complacía en instaurar una nueva nominación, ordenar el espacio sonoro en efímeras constelaciones…
No sabré ya nunca por qué su prisión alza en mí las máquinas del miedo. Tal vez entonces comprendí que estaba envuelto en una existencia ajena a la del hombre. Los hermanos parecen menos hombres y menos vivos, imágenes adheridas a la nuestra, apenas libres. Duele decir: hermano. ¡Lo es tan poco, turbio anochecer de nuestra madre! ¡Oh Minotauro, no quiero pensar en Pasifae, tú eres el Toro, el cabeza de toro recogido y amargo! Y alguien marcha contra ti mientras mi ovillo decrece, vacila, brinca como un cachorro en mis manos y bulle quedamente…
Los ojos de Teseo me miraron con ternura. “Cosa de mujer, tu ovillo; jamás hubiera hallado el retorno sin tu astucia.” Porque todo él es camino de ida. Nada sabe de nocturna espera, del combate saladísimo entre el amor a la libertad, ¡oh habitante de estos muros!, y el horror a lo distinto, a lo que no es inmediato y posible y sancionado.
Me dijo del triunfo, de su nave y del tálamo. Todo tan claro y manifiesto. A su lado era yo algo maligno e impuro, lácteo punto turbio en la claridad de la esmeralda. Entonces ordené las palabras de la sombra: “Si hablas con él dile que este hilo te lo ha dado Ariana.” Marchó sin más preguntas, seguro de mi soberbia, pronto a satisfacerla. “Si hablas con él dile que este hilo te lo ha dado Ariana…” ¡Minotauro, cabeza de purpúreos relámpagos, ve cómo te lleva la liberación, como pone la llave entre las manos que lo harán pedazos!
El ovillo es ya menudo y gira velocísimo. Del laberinto asciende una sonoridad de pozo, de tambores apagados. Pasos, gritos, ecos de lucha, todo se confunde en el uniforme murmullo como de mar espeso. Sólo yo sé. ¡Espanto, aleja esas alas pertinaces! ¡Cede lugar a mi secreto amor, no calcines sus plumas con tanta horrible duda! ¡Cede lugar a mi secreto amor, no calcines sus plumas con tanta horrible duda! ¡Cede lugar a mi secreto amor! ¡Ven, hermano, ven amante al fin! ¡Surge de la profundidad que nunca osé salvar, asoma desde la hondura que mi amor ha derribado! ¡Brota asido al hilo que te lleva el insensato! ¡Desnudo y rojo, vestido de sangre, emerge y ven a mí, oh hijo de Pasifae, ven a la hija de la reina, sedienta de tus belfos rumorosos! El ovillo está inmóvil. ¡Oh azar!
[…]
Julio Cortázar
Los Reyes (fragment)
.
.
.
.
.
Fisica della malinconia
a cura di Giuseppe Dell’Agata
Voland. Roma, 2013
ISBN: 9788862431408
.
.
The physics of sorrow
Translated from de Bulgarian by Angela Rodel
Open Letter. Rochester, NY, 2015
ISBN: 9781940953090
.
.
Los Reyes
Alfaguara
.
.
.
Ios, la tomba d’Homer; Ió, la vedella boja perseguida per un tàvec; i la guerra entre Àsia i Europa: de Josep Piera a Roberto Calasso
.
.
.
Ios? A la meua memòria personal, com a la de qualsevol lector de poesia o estudiant de lletres, Ios és el nom de l’illa on els llibres diuen que va morir Homer. Açò, que actualment suposarà un reclam turístic com un altre —les illes gregues totes tenen algun personatge rellevant a presentar al viatger—, no deixa d’excitar-nos la imaginació. Pensar, ara, mentre les roques despullades de la costa s’insinuen, que en aquestes soledats resseques —potser fa uns tres mil anys Ios fos un jardí— s’esgotava la vida del poeta, ens meravella i ens parla, més enllà del silenci dels segles, del sentit profund de la paraula poètica, com aquesta omplí de vida aquest terranc.
Ios? ¿Existeix alguna relació entre aquesta Ios, tomba d’Homer, i la mítica Io? De fa uns anys que vaig aficionar-me a una sèrie de lectures al voltant de les mitologies i els símbols de les antigues religions, més pels aspectes meravellosos i poètics d’aquests llenguatges o mons, que no per llur possible transcendència. Així, no sols vaig cabussar-me pels famosos escrits de J. G. Frazer, Georges Dumezil, Mircea Eliade i Robert Graves, entre d’altres, sinó que vaig arribar a llegir alguns llibres estranys que l’atzar m’oferí pels prestatges polsosos d’algunes llibreries de vell. És d’aquesta manera que he après el joc aquest de les comparances, un pur plaer mental per omplir navegacions solitàries, com la d’ara.
Segons la mitologia grega, Io va ser una bella princesa de sang reial que, amada per Zeus, aquest va convertir en una vedella blanca per amagar-la a la gelosa Hera, la seua muller. Transformada en jònega, Io anava errant per les terres de l’Hèl·lade que li regalaven pastura tendra en passar, i de tant en tant el déu la visitava sota forma de brau per satisfer el seu desig apassionat. Així va ser com Io acabà per arribar a Egipte, on, després de recuperar la seua joventut humana, va parir un fill de Zeus i esdevingué reina de les riberes del Nil, essent venerada amb el nom d’Isis. D’aquesta manera és com l’errabunda i blanca vedella dels grecs va assolir entre els egipcis la més alta de les dignitats. Isis, dea de la màgia, esposa d’Osiris, mare del sol, dominadora de les forces nocturnes, que regna sobre el mar, sobre els fruits de la terra i els morts, és tinguda pel principi femení universal i representada igualment en forma de vaca. Fins ací, l’estricta i esquemàtica doble narració del mite. ¿Però quin símbol representa? La resposta vaig trobar-la en un volum de teosofia, d’un tal Roso de Luna, titulat Simbología arcaica. Io o Isis són la lluna. Però no acaba ací l’al·legoria. Io representa, segons les doctrines secretes de H. P. Blavatsky, la columna i el cercle, la unió dels contraris, el principi i la fi, el mascle i la femella, el membre viril i la matriu, el bou i la vaca, l’androgin perfecte, el número deu. Io és el nom jeroglífic del déu primordial (IOH, IAO) que du finalment al Jehovà dels jueus.
Per tant, si seguim aquests camí de mots, podríem dir que Homer, poeta primigeni, profeta dels pagans, paraula dels divins, home concret o mite, fou traslladat a millor vida dels braços de la lluna, senyora de la llum. No seria cap atzar, així, el que feu morir Homer a Ios, sinó la suprema voluntat dels déus que escolliren l’indret perfecte per a rebre la immortalitat del poeta.
Cap a Ios, doncs, per la mar infecunda, espaiosa, a l’aventura de l’ona, amb la cara mullada d’esguits salnitrosos i el vent entre els cabells com a carícia invisible, voltat de gent com jo que va i ve per aquest Egeu plàcid. Cap a Ios, una nova illa, un altre món, un misteri o paraula que aviat s’obrirà talment una magrana. Són les Cíclades, el blanc arxipèlag, transparent i melòdic. Ios?
.
Josep Piera
.
.
.
Josep Piera
Estiu grec
Edicions Destino
Barcelona, 1985
ISBN 8423313654
.
.
.
.
[…] Aquella vedella era Ió, rebesàvia d’Europa.
Roberto Calasso (Firenze, 1941)
També la seva havia estat una història de metamorfosi i de rapte. Torturada per un tàvec, en incessant vagareig angoixós, havia travessat tots els mars. Fins i tot a un d’ells, el que mira a Itàlia, li havia donat el su nom. L’amor de Zeus li havia comportat follia i maledicció. Tot havia començat amb uns somnis estranys, quan Ió era sacerdotessa a l’Herèon d’Argos, el santuari més antic, el lloc que donava la mesura dels dies: durant molt de temps els grecs comptaven els anys tot fent referència a la successió de sacerdoteses de l’Herèon. Els somnis xiuxiuejaven l’amor ardent de Zeus per ella. I li aconsellaven que anés a les praderes de Lerna, on pasturaven bous i moltons del seu pare. Que no fos més sacerdotessa consagrada a la deessa, sinó bèstia consagrada al déu, com aquelles que vagaven lliurement pel recinte del santuari: així la volien els somnis. I així esdevingué. Però el santuari s’estengué un dia al món sencer, als seus mars immensos, que ella havia de creuar sense treva, sempre fiblada per l’horrible tàvec. I com més ampli era l’horitzó, més dura era la persecució. I quan va trobar-se amb un altre turmentat, Prometeu, desitjava més que res morir, i no sabia que es trobava cara a cara amb un ésser que sofria com ella sense l’esperança de la mort. Però igual que per a Prometeu, també per a ella arribaria l’alliberament del turment. Un dia, que aplegà a Egipte, Zeus l’acaricià amb la seva mà. Aleshores, l’embogida vedella prengué forma humana i s’uní al déu. En record d’aquell instant posà al seu fill el nom d’Èpaf, que vol dir toc suau de mà, Èpaf esdevingué més tard rei d’Egipte, i es deia que era el bou Apis.
[…]
Però, com havia començat tot? Si hom vol història, és la història de la discòrdia. I la discòrdia neix del rapte d’una donzella, o del sacrifici d’una donzella. I l’un i l’altre s’interfereixen contínuament. Foren els «llops mercaders» desembarcats de Fenícia els qui raptaren, a Argos, la tauropárthenos, la «verge consagrada al brau» anomenada Ió. Com un senyal que ve de les muntanyes, aquest fet va encendre la foguera de l’odi entre dos continents. D’aleshores ençà Europa i Àsia estan en guerra, i van a cop darrere cop. Així els cretencs, «senglars de l’Ida», raptaren a Àsia la donzella Europa. Retornaren a la pàtria en un vaixell amb forma de brau. I oferiren Europa com a esposa a llur rei Asteri. Aquest nom celesgial també fou el nom d’un nét d’Europa: aquell jove amb el cap de brau que vivia al centre del laberint, tot esperant les víctimes. Més sovint l’anomenaren Minotaure.
Però com havia començat tot? Quan arribaren a l’Argòlida, els mercaders fenicis passaren cinc o sis dies tot venent llur mercaderia, que portaven del mar Roig, d’Egipte i d’Assíria. La nau era ancorada, i a la ribera la gent del país mirava, tocava, examinava aquells objectes produïts en llocs tan llunyans. Les últimes mercaderies encara no eren venudes quan arribà un grup de dones, i entre elles Ió, filla del rei. Continuaven examinant i comprant. Sobtadament els mariners mercants se’ls llançaren al damunt. Algunes aconsegiren fugir. Però Ió i d’altres foren raptades. Aquest és el rapte al qual respongueren després els cretencs quan robaren a Fenícia la filla del rei, Europa. Els fenicis tanmateix expliquen la història d’una altra manera: Ió s’hauria enamorat del comandant de la nau estrangera. Estava ja encinta, i se n’avergonyia, quan decidí ella mateixa d’embarcar-se amb els fenicis.
D’aquests esdeveniments nasqué la història: el rapte d’Helena i la guerra de Troia, com també, temps abans, l’expedició de la nau Argos i el rapte de Medea són anelles de la mateixa cadena. Una atracció oscil·lava entre Àsia i Europa: a cada oscil·lació una dona i, amb ella, un estol de rapinyadors passava d’una vora a l’altra del mar. Tanmateix Heròdot observà que hi havia una diferència entre les dues parts: «Ara, raptar dones és considerat obra del malfactors, però preocupar-se de dones raptades és cosa de beneits, mentre que de persones assenyades és no fer cabal dels raptes, perquè és evident que si no haguéssin volgut no haurien estat raptades.» Els grecs no es captingueren assenyadament: «Per una dona d’Esparta aplegaren una gran expedició i, després, arribats a l’Àsia, enderrocaren el poder de Príam.» D’aleshores ençà no ha acabat la guerra entre Àsia i Europa.
.
Roberto Calasso
.
.
Les noces de Cadmos i Harmonia
Traducció de Joan Castellanos i Eulàlia Roca
línia d’ombra, 18
Edicions B. Barcelona, 1990
ISBN: 9788440612946
.
.