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Giorgos Seferis. ¿Què hi busquem, a la Ilíada, “la còlera del Pelida Aquil·les” o la poesia?

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Giorgos Seferis (Giorgios Seferiadis), (Esmirna, Imperi Otomà, 1900 - Atenes, Grècia 1971)

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EN TORNO A LA POESÍA

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Elemento racional y elemento irracional en poesía

… Me resulta imposible creer que en poesía exista una antítesis entre el elemento racional y el elemento irracional. Al contrario, lo que encuentro, y me parece un rasgo distintivo de la poesía, es que hay una evidente coherencia lógica entre la inspiración y la realización. Desde el punto de vista poético el absurdo comenzaría si llegara a faltar, esta coherencia.

Las figuras de El Greco no son absurdas porque en ellas esté ausente la anatomía de los cuerpos que estudian los médicos. Tampoco los poemas de Mallarmé o de Valéry están privados de equilibrio lógico. ¿Qué sucede entonces? Sucede que a Homero lo encontramos lógico porque la mayoría de nosotros los lectores no busca en él la poesía, sino “la cólera del Pélida Aquiles” y sólo la minoría encuentra la poesía, ya que el argumento de la Ilíada absorbe nuestras facultades racionales que nos impiden funcionar poéticamente, creándonos dificultades. Porque la dificultad —como el miedo— surge apenas pensamos en ella. También sucede que los poetas que acabo de mencionar, como tantos otros poetas, antiguos o modernos, importantes o irrelevantes, han sentido que “la cólera del Pélida Aquiles” no era, en sí misma, poesía, y los aburría. Por eso han decidido escribir sin tomarla en cuenta. Y debido a que, al mismo tiempo (la constatación de esto último lo revela) la conciencia del hombre ha dado algunos pasos hacia regiones interiores antes desconocidas, estos pobres poetas, al ver sus imágenes como Orestes veía a las Euménides —mientras el Coro, que no las veía, se sentía desconcertado— se encontraron frente a un trágico dilema: o no hablar en absoluto, o expresarse de un modo difícil y pasar por locos: optaron por la segunda variante. Tengámosles compasión, pues tienen el atenuante de que nadie ha encontrado una solución mejor.

No pienso, pues, que en realidad exista una antítesis entre el elemento racional y el elemento irracional. Por el contrario, si lo vemos bien, veremos que los poetas contemporáneos hacen un planteamiento lógico mucho más sólido que el de los antiguos. Es sin embargo cierto que en nuestros días la poesía se ha vuelto más densa, mas elíptica, más difícil. Y aunque yo crea que para el avezado amante del arte no hay arte difícil, advierto y comprendo la amargura del poeta que entra en contacto con un público mucho menor que el de un actor de teatro ligero. No me atrevo a afirmar que no pueda surgir una poesía distinta, más “abierta”, digo únicamente que no se ha dado en nuestra época; y digo también que ante todo me interesa la sobrevivencia de la poesía, aunque ahora no sea más que para dos o tres personas; y después, su mayor contacto con el mundo. Quiero añadir, por cuanto estoy hablando de la “sociabilidad” del intelectual que éste debe ayudar al poeta con todas sus fuerzas, para que realice su deber a su manera —ya que no tiene otra— si piensa que “las obras que perduran no suelen ser aceptadas desde el primer momento; por el contrario, generalmente en un principio resultan desagradables” y que camina hacia la barbarie un pueblo en el que las búsquedas artísticas se marchitan. […].

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Poesía “irracional”

La objetividad del arte no depende sólo del artista; depende también de su auditorio. Mientras más datos sentimentales en común tenga el auditorio, más extensa será la objetividad. A medida que estos datos disminuyen, el poeta tiene menos apoyo para ser objetivo. En un viejo ensayo había referido el ejemplo de la antigua tragedia griega. En aquella época, entre el poeta y su auditorio había un acuerdo sentimental tácito, y éste era la fe en la mitología. Era como un instrumento musical maravilloso con las cuerdas afinadas, listo para ser tocado por el poeta. Cada nota de ese instrumento era determinada, objetiva. Lo mismo podríamos decir de la antigua poesía china, donde el poeta se apoyaba sobre estos datos sentimentales que eran propiedad común del auditorio y existían desde antes que él. Los innumerables comentarios indispensables para explicarnos las extraordinariamente complejas alusiones de un pequeño poema chino eran inútiles para el público de entonces, porque para él no eran alusiones, sino “sobreentendidos”. Doy estos ejemplos para quienes se deleitan en los llamados problemas del arte social. Porque me parece que arte social —a no ser que por esto se entienda arte de propaganda— no puede existir en un mundo que no se ha puesto de acuerdo sobre su fe y no ha olvidado las controversias y las luchas en torno a la cuestión de cuáles son las mejores divinidades que debemos acoger. En un mundo sentimentalmente fragmentado y anárquico, no es sólo el arte el que se vuelve “difícil” y cae en un callejón sin salida, es también la política y el amor y la redención del hombre.

Sea como fuere, los “sobreentendidos” de los antiguos griegos y de los chinos nos ayudan a ver un nuevo aspecto de la poesía considerada “difícil”, que es básicamente un arte “elíptico” y un arte de sobreentendidos. Desgraciadamente, aquí los sobreen­tendidos no se apoyan en una base objetiva acordada por la tradición, sino en la agudeza de la sensibilidad psicológica del público. Y la cosa se complica cuando el poeta no sólo busca una sensibilidad que concierne a los asuntos de la vida diaria, sino una sensibilidad espiritual que presupone una cultura muy extensa y una profunda asimilación de las cosas que hemos aprendido, de tal manera que provoquen en nosotros una reacción sentimental incluso en contra suya.Pero esto último es un caso extremo.

El poeta jamás “ha dicho” lo que deseaba transmitir. Suscité cierta sorpresa cuando escribí que en la Ilíada no debemos bus­car la “cólera del Pélida Aquiles”, es decir, no debemos buscar el mito, el argumento, esa parte de la Ilíada que puede ser traducida a prosa, sino la poesía. Porque la historia de la cólera es, en efecto, el elemento más importante que hace que la Ilíada sea para muchos objetiva. Si fuera posible imaginar, teóricamente, que el papel que ésta desempeña disminuyera, estoy seguro de que los admiradores de Homero disminuirían notablemente. Y así, supongo que Homero —sin saberlo, si se quiere— relatando la “cólera de Aquiles”, no quiso contar esta historia, sino crear una base en nuestra sensibilidad, para que pudiéramos probar una cierta emoción poética. No obstante, esa emoción poética, no posee en absoluto la misma objetividad de las acciones que constituyen el argumento de la Ilíada […]. Es sólo un límite, a veces más lejano, a veces más cercano, hacia el que tendemos sin alcanzarlo jamás. Porque es una mezcla de la sensibilidad poética de Homero y de la sensibilidad de nosotros, que cambiamos. La luminosa frase de Montaigne que en alguna ocasión cité —pe­ro como nadie sabe escuchar, ahora debo citar de nuevo— nos muestra lo siguiente: “Un lector idóneo siempre encontrará en los escritos de los otros cosas que el escritor jamás pensó incluir.”

El lector idóneo es el lector sensible que no puede dejar de incluir algo de sí mismo en el poema que lee. Y por eso es correcto decir que mientras más de acuerdo estén los hombres en­tre sí, más objetiva se vuelve la poesía. […]

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Giórgos Seféris

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Giórgos Seféris

El estilo griego II

El sentimiento de eternidad

Traducción de Selma Ancira

Fondo de Cultura Económica. México D.F., 1992

ISBN: 96816036988

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